Candados y máscaras

César Ulloa Tapia

Parece que la llave que abre el candado de la democracia en Ecuador está perdida. Los actores políticos olvidaron el escondite en donde la dejaron, pero además porque la sociedad se fatigó de buscarla. Los fanáticos aprovechan esta situación, porque el caos y la violencia son el mejor escenario para que la delincuencia y el vandalismo operen con libertad. Por eso, hay que mirar con los ojos abiertos a quienes pretenden inundar con miedo a la sociedad.

No es traído de los cabellos que el descontento social, cuando no escucha su eco y respuestas, puede ser sobrepasado por organizaciones delincuenciales que operan por fuera de la ley. Mientras la gente protesta con legitimidad en las calles, en estos mismos espacios pueden emerger de manera paralela los saqueadores, los comerciantes de droga, los profesionales de “brindar” seguridad ante el caos y los reclutadores de jóvenes que no tienen trabajo, atención ni estudio. Eso explica la facilidad de que una marcha se convierta en una ola de vandalismo cuando hay infiltración de bandas.

En nuestro continente hay problemas estructurales no resueltos como la pobreza, el desempleo, la desnutrición, la inseguridad, el embarazo infantil, el consumo de drogas, la violencia, la trata, la concentración de la riqueza, entre otros. El examen de la democracia, la convivencia social y el modelo económico son urgentes, sobre la base de un acuerdo plural, intercultural e incluyente que nos conduzca al desbloqueo institucional y la recomposición del tejido social.

Es urgente crear las condiciones para el diálogo y la paz, caso contrario los fanáticos con máscaras de provocar el caos seguirán introduciendo un escenario donde reine el desorden, la incertidumbre y el pánico, elementos de cultivo para la emergencia populista.

[email protected]

César Ulloa Tapia

Parece que la llave que abre el candado de la democracia en Ecuador está perdida. Los actores políticos olvidaron el escondite en donde la dejaron, pero además porque la sociedad se fatigó de buscarla. Los fanáticos aprovechan esta situación, porque el caos y la violencia son el mejor escenario para que la delincuencia y el vandalismo operen con libertad. Por eso, hay que mirar con los ojos abiertos a quienes pretenden inundar con miedo a la sociedad.

No es traído de los cabellos que el descontento social, cuando no escucha su eco y respuestas, puede ser sobrepasado por organizaciones delincuenciales que operan por fuera de la ley. Mientras la gente protesta con legitimidad en las calles, en estos mismos espacios pueden emerger de manera paralela los saqueadores, los comerciantes de droga, los profesionales de “brindar” seguridad ante el caos y los reclutadores de jóvenes que no tienen trabajo, atención ni estudio. Eso explica la facilidad de que una marcha se convierta en una ola de vandalismo cuando hay infiltración de bandas.

En nuestro continente hay problemas estructurales no resueltos como la pobreza, el desempleo, la desnutrición, la inseguridad, el embarazo infantil, el consumo de drogas, la violencia, la trata, la concentración de la riqueza, entre otros. El examen de la democracia, la convivencia social y el modelo económico son urgentes, sobre la base de un acuerdo plural, intercultural e incluyente que nos conduzca al desbloqueo institucional y la recomposición del tejido social.

Es urgente crear las condiciones para el diálogo y la paz, caso contrario los fanáticos con máscaras de provocar el caos seguirán introduciendo un escenario donde reine el desorden, la incertidumbre y el pánico, elementos de cultivo para la emergencia populista.

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Parece que la llave que abre el candado de la democracia en Ecuador está perdida. Los actores políticos olvidaron el escondite en donde la dejaron, pero además porque la sociedad se fatigó de buscarla. Los fanáticos aprovechan esta situación, porque el caos y la violencia son el mejor escenario para que la delincuencia y el vandalismo operen con libertad. Por eso, hay que mirar con los ojos abiertos a quienes pretenden inundar con miedo a la sociedad.

No es traído de los cabellos que el descontento social, cuando no escucha su eco y respuestas, puede ser sobrepasado por organizaciones delincuenciales que operan por fuera de la ley. Mientras la gente protesta con legitimidad en las calles, en estos mismos espacios pueden emerger de manera paralela los saqueadores, los comerciantes de droga, los profesionales de “brindar” seguridad ante el caos y los reclutadores de jóvenes que no tienen trabajo, atención ni estudio. Eso explica la facilidad de que una marcha se convierta en una ola de vandalismo cuando hay infiltración de bandas.

En nuestro continente hay problemas estructurales no resueltos como la pobreza, el desempleo, la desnutrición, la inseguridad, el embarazo infantil, el consumo de drogas, la violencia, la trata, la concentración de la riqueza, entre otros. El examen de la democracia, la convivencia social y el modelo económico son urgentes, sobre la base de un acuerdo plural, intercultural e incluyente que nos conduzca al desbloqueo institucional y la recomposición del tejido social.

Es urgente crear las condiciones para el diálogo y la paz, caso contrario los fanáticos con máscaras de provocar el caos seguirán introduciendo un escenario donde reine el desorden, la incertidumbre y el pánico, elementos de cultivo para la emergencia populista.

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Parece que la llave que abre el candado de la democracia en Ecuador está perdida. Los actores políticos olvidaron el escondite en donde la dejaron, pero además porque la sociedad se fatigó de buscarla. Los fanáticos aprovechan esta situación, porque el caos y la violencia son el mejor escenario para que la delincuencia y el vandalismo operen con libertad. Por eso, hay que mirar con los ojos abiertos a quienes pretenden inundar con miedo a la sociedad.

No es traído de los cabellos que el descontento social, cuando no escucha su eco y respuestas, puede ser sobrepasado por organizaciones delincuenciales que operan por fuera de la ley. Mientras la gente protesta con legitimidad en las calles, en estos mismos espacios pueden emerger de manera paralela los saqueadores, los comerciantes de droga, los profesionales de “brindar” seguridad ante el caos y los reclutadores de jóvenes que no tienen trabajo, atención ni estudio. Eso explica la facilidad de que una marcha se convierta en una ola de vandalismo cuando hay infiltración de bandas.

En nuestro continente hay problemas estructurales no resueltos como la pobreza, el desempleo, la desnutrición, la inseguridad, el embarazo infantil, el consumo de drogas, la violencia, la trata, la concentración de la riqueza, entre otros. El examen de la democracia, la convivencia social y el modelo económico son urgentes, sobre la base de un acuerdo plural, intercultural e incluyente que nos conduzca al desbloqueo institucional y la recomposición del tejido social.

Es urgente crear las condiciones para el diálogo y la paz, caso contrario los fanáticos con máscaras de provocar el caos seguirán introduciendo un escenario donde reine el desorden, la incertidumbre y el pánico, elementos de cultivo para la emergencia populista.

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