Lamentablemente no cambian

Manuel Castro M.

Los mangoneadores de la izquierda no cambian. Poco les interesa sus países y solo quieren resucitar el fracasado socialismo marxista. No quieren el progreso en sí, indetenible, sino exigen el cambio del sistema. Olvidaron los fusiles y quieren dominar el mundo por las urnas. En algunas naciones lo han logrado, pero con resultados negativos, mediante el engaño populista. Y como son obcecados en sus ideas, intentan o han logrado perennizarse en el poder, tal es el caso de Cuba (sesenta años), Venezuela, Nicaragua. Casi han dado hasta un golpe exitoso a la democracia liberal, pero sus ideas que nacieron dulces -igualdad, justicia, soberanía- se han convertido en amargas realidades para su pueblos.

Bolivia es una prueba de que, ante el fanatismo ideológico, ni la verdad les impide defender lo indefendible, pues el respeto a las normas constitucionales, legales y a la ética no tienen importancia cuando quieren imponer sus ideas y sus acciones totalitarias.

Evo constitucionalmente no podía ser candidato a la relección, lo negó el pueblo en una consulta. Sin embargo, mediante una amañada resolución contraria a su misma Constitución se presentó de candidato y entonces ocurrió el fraude no discutido. Renuncia o mejor dicho abandona el poder; hace renunciar a los que debían sucederle, impide el quórum de la Asamblea que debía conocer su renuncia, azuza la violencia de sus partidarios y es recibido como héroe en México. Y no faltan quienes afirman que ha caído por un golpe de estado. Es constitucional que ante el “abandono” del cargo debía encargarse de la presidencia la señora Áñez.

Lo triste es que han dividido al mundo. El Ecuador no es la excepción. Exigen, por ejemplo, los indígenas el diálogo para imponer, quieren el poder no para servir a todos sino a sus “naciones”. No tiene importancia el que no sean mayoría, lo que preocupa es que, en el fondo, propugnan una lucha de clases superada. No quieren que disminuya la desigualdad sino la revancha. No se dan cuenta que nada se repite. Dice Borges: “El pasado es inofensivo. Las guerras del pasado son incruentas”. Veamos el presente.

[email protected]

Manuel Castro M.

Los mangoneadores de la izquierda no cambian. Poco les interesa sus países y solo quieren resucitar el fracasado socialismo marxista. No quieren el progreso en sí, indetenible, sino exigen el cambio del sistema. Olvidaron los fusiles y quieren dominar el mundo por las urnas. En algunas naciones lo han logrado, pero con resultados negativos, mediante el engaño populista. Y como son obcecados en sus ideas, intentan o han logrado perennizarse en el poder, tal es el caso de Cuba (sesenta años), Venezuela, Nicaragua. Casi han dado hasta un golpe exitoso a la democracia liberal, pero sus ideas que nacieron dulces -igualdad, justicia, soberanía- se han convertido en amargas realidades para su pueblos.

Bolivia es una prueba de que, ante el fanatismo ideológico, ni la verdad les impide defender lo indefendible, pues el respeto a las normas constitucionales, legales y a la ética no tienen importancia cuando quieren imponer sus ideas y sus acciones totalitarias.

Evo constitucionalmente no podía ser candidato a la relección, lo negó el pueblo en una consulta. Sin embargo, mediante una amañada resolución contraria a su misma Constitución se presentó de candidato y entonces ocurrió el fraude no discutido. Renuncia o mejor dicho abandona el poder; hace renunciar a los que debían sucederle, impide el quórum de la Asamblea que debía conocer su renuncia, azuza la violencia de sus partidarios y es recibido como héroe en México. Y no faltan quienes afirman que ha caído por un golpe de estado. Es constitucional que ante el “abandono” del cargo debía encargarse de la presidencia la señora Áñez.

Lo triste es que han dividido al mundo. El Ecuador no es la excepción. Exigen, por ejemplo, los indígenas el diálogo para imponer, quieren el poder no para servir a todos sino a sus “naciones”. No tiene importancia el que no sean mayoría, lo que preocupa es que, en el fondo, propugnan una lucha de clases superada. No quieren que disminuya la desigualdad sino la revancha. No se dan cuenta que nada se repite. Dice Borges: “El pasado es inofensivo. Las guerras del pasado son incruentas”. Veamos el presente.

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Manuel Castro M.

Los mangoneadores de la izquierda no cambian. Poco les interesa sus países y solo quieren resucitar el fracasado socialismo marxista. No quieren el progreso en sí, indetenible, sino exigen el cambio del sistema. Olvidaron los fusiles y quieren dominar el mundo por las urnas. En algunas naciones lo han logrado, pero con resultados negativos, mediante el engaño populista. Y como son obcecados en sus ideas, intentan o han logrado perennizarse en el poder, tal es el caso de Cuba (sesenta años), Venezuela, Nicaragua. Casi han dado hasta un golpe exitoso a la democracia liberal, pero sus ideas que nacieron dulces -igualdad, justicia, soberanía- se han convertido en amargas realidades para su pueblos.

Bolivia es una prueba de que, ante el fanatismo ideológico, ni la verdad les impide defender lo indefendible, pues el respeto a las normas constitucionales, legales y a la ética no tienen importancia cuando quieren imponer sus ideas y sus acciones totalitarias.

Evo constitucionalmente no podía ser candidato a la relección, lo negó el pueblo en una consulta. Sin embargo, mediante una amañada resolución contraria a su misma Constitución se presentó de candidato y entonces ocurrió el fraude no discutido. Renuncia o mejor dicho abandona el poder; hace renunciar a los que debían sucederle, impide el quórum de la Asamblea que debía conocer su renuncia, azuza la violencia de sus partidarios y es recibido como héroe en México. Y no faltan quienes afirman que ha caído por un golpe de estado. Es constitucional que ante el “abandono” del cargo debía encargarse de la presidencia la señora Áñez.

Lo triste es que han dividido al mundo. El Ecuador no es la excepción. Exigen, por ejemplo, los indígenas el diálogo para imponer, quieren el poder no para servir a todos sino a sus “naciones”. No tiene importancia el que no sean mayoría, lo que preocupa es que, en el fondo, propugnan una lucha de clases superada. No quieren que disminuya la desigualdad sino la revancha. No se dan cuenta que nada se repite. Dice Borges: “El pasado es inofensivo. Las guerras del pasado son incruentas”. Veamos el presente.

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Manuel Castro M.

Los mangoneadores de la izquierda no cambian. Poco les interesa sus países y solo quieren resucitar el fracasado socialismo marxista. No quieren el progreso en sí, indetenible, sino exigen el cambio del sistema. Olvidaron los fusiles y quieren dominar el mundo por las urnas. En algunas naciones lo han logrado, pero con resultados negativos, mediante el engaño populista. Y como son obcecados en sus ideas, intentan o han logrado perennizarse en el poder, tal es el caso de Cuba (sesenta años), Venezuela, Nicaragua. Casi han dado hasta un golpe exitoso a la democracia liberal, pero sus ideas que nacieron dulces -igualdad, justicia, soberanía- se han convertido en amargas realidades para su pueblos.

Bolivia es una prueba de que, ante el fanatismo ideológico, ni la verdad les impide defender lo indefendible, pues el respeto a las normas constitucionales, legales y a la ética no tienen importancia cuando quieren imponer sus ideas y sus acciones totalitarias.

Evo constitucionalmente no podía ser candidato a la relección, lo negó el pueblo en una consulta. Sin embargo, mediante una amañada resolución contraria a su misma Constitución se presentó de candidato y entonces ocurrió el fraude no discutido. Renuncia o mejor dicho abandona el poder; hace renunciar a los que debían sucederle, impide el quórum de la Asamblea que debía conocer su renuncia, azuza la violencia de sus partidarios y es recibido como héroe en México. Y no faltan quienes afirman que ha caído por un golpe de estado. Es constitucional que ante el “abandono” del cargo debía encargarse de la presidencia la señora Áñez.

Lo triste es que han dividido al mundo. El Ecuador no es la excepción. Exigen, por ejemplo, los indígenas el diálogo para imponer, quieren el poder no para servir a todos sino a sus “naciones”. No tiene importancia el que no sean mayoría, lo que preocupa es que, en el fondo, propugnan una lucha de clases superada. No quieren que disminuya la desigualdad sino la revancha. No se dan cuenta que nada se repite. Dice Borges: “El pasado es inofensivo. Las guerras del pasado son incruentas”. Veamos el presente.

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