Inservibles apariencias

ANDRÉS POMA COSTA

Atravesamos un tiempo de apariencias; estamos perdidos, alienados de nosotros, perturbados por banalidades, y envueltos en una confusión que nos condena.

Simulamos que nos importa la verdad, al tiempo que en nada nos preocupa la mentira; decimos defender propósitos comunes, pero solo nos conmueve el bienestar individual. Afirmamos que las cosas materiales cuentan poco, que opiniones de terceros casi no importan, y que por sobre lo anterior están los sentimientos; pero la realidad es claramente opuesta.

Las apariencias nacen por inseguridades, dudas o complejos; por querer encontrar la felicidad que no se tiene, y por buscarla en lugares que no existe; por intentar encajar en un entorno ajeno, y por ansiar placeres poco necesarios. Aparentar se está volviendo un hecho natural, como una característica innata a la persona y como un rasgo social bien arraigado.

Aparentamos gustos, emociones y amistades; fingimos intenciones, pensamientos e ideas. Buscamos ser reconocidos y admirados; llevamos una irracionalidad absurda por acaparar espacios y por hacer sentir nuestra presencia. Actuamos con la voracidad que exigen nuestros deseos, creyendo que la apariencia nos ayudará a ser mejores; pero jamás habrá valor en parecer alguien que no somos, en actuar de una manera que no sentimos o en aparentar cosas que no tenemos.

Una vida de apariencias no conduce a nada; más bien nos distancia de un mundo genuino, a la vez que transgrede sin reparo nuestra esencia. Vivir de una manera difusa e ilusoria, nos reduce a ser un personaje de ficción y a volvernos invisibles por completo. Y así, no hay presente ni futuro; solo la triste realidad de un tiempo sombrío e infeliz.

No hay opción, el camino es uno, aceptar quienes somos, o permanecer en la vida siendo otros. (O)

Twitter: @andrespomacosta

ANDRÉS POMA COSTA

Atravesamos un tiempo de apariencias; estamos perdidos, alienados de nosotros, perturbados por banalidades, y envueltos en una confusión que nos condena.

Simulamos que nos importa la verdad, al tiempo que en nada nos preocupa la mentira; decimos defender propósitos comunes, pero solo nos conmueve el bienestar individual. Afirmamos que las cosas materiales cuentan poco, que opiniones de terceros casi no importan, y que por sobre lo anterior están los sentimientos; pero la realidad es claramente opuesta.

Las apariencias nacen por inseguridades, dudas o complejos; por querer encontrar la felicidad que no se tiene, y por buscarla en lugares que no existe; por intentar encajar en un entorno ajeno, y por ansiar placeres poco necesarios. Aparentar se está volviendo un hecho natural, como una característica innata a la persona y como un rasgo social bien arraigado.

Aparentamos gustos, emociones y amistades; fingimos intenciones, pensamientos e ideas. Buscamos ser reconocidos y admirados; llevamos una irracionalidad absurda por acaparar espacios y por hacer sentir nuestra presencia. Actuamos con la voracidad que exigen nuestros deseos, creyendo que la apariencia nos ayudará a ser mejores; pero jamás habrá valor en parecer alguien que no somos, en actuar de una manera que no sentimos o en aparentar cosas que no tenemos.

Una vida de apariencias no conduce a nada; más bien nos distancia de un mundo genuino, a la vez que transgrede sin reparo nuestra esencia. Vivir de una manera difusa e ilusoria, nos reduce a ser un personaje de ficción y a volvernos invisibles por completo. Y así, no hay presente ni futuro; solo la triste realidad de un tiempo sombrío e infeliz.

No hay opción, el camino es uno, aceptar quienes somos, o permanecer en la vida siendo otros. (O)

Twitter: @andrespomacosta

ANDRÉS POMA COSTA

Atravesamos un tiempo de apariencias; estamos perdidos, alienados de nosotros, perturbados por banalidades, y envueltos en una confusión que nos condena.

Simulamos que nos importa la verdad, al tiempo que en nada nos preocupa la mentira; decimos defender propósitos comunes, pero solo nos conmueve el bienestar individual. Afirmamos que las cosas materiales cuentan poco, que opiniones de terceros casi no importan, y que por sobre lo anterior están los sentimientos; pero la realidad es claramente opuesta.

Las apariencias nacen por inseguridades, dudas o complejos; por querer encontrar la felicidad que no se tiene, y por buscarla en lugares que no existe; por intentar encajar en un entorno ajeno, y por ansiar placeres poco necesarios. Aparentar se está volviendo un hecho natural, como una característica innata a la persona y como un rasgo social bien arraigado.

Aparentamos gustos, emociones y amistades; fingimos intenciones, pensamientos e ideas. Buscamos ser reconocidos y admirados; llevamos una irracionalidad absurda por acaparar espacios y por hacer sentir nuestra presencia. Actuamos con la voracidad que exigen nuestros deseos, creyendo que la apariencia nos ayudará a ser mejores; pero jamás habrá valor en parecer alguien que no somos, en actuar de una manera que no sentimos o en aparentar cosas que no tenemos.

Una vida de apariencias no conduce a nada; más bien nos distancia de un mundo genuino, a la vez que transgrede sin reparo nuestra esencia. Vivir de una manera difusa e ilusoria, nos reduce a ser un personaje de ficción y a volvernos invisibles por completo. Y así, no hay presente ni futuro; solo la triste realidad de un tiempo sombrío e infeliz.

No hay opción, el camino es uno, aceptar quienes somos, o permanecer en la vida siendo otros. (O)

Twitter: @andrespomacosta

ANDRÉS POMA COSTA

Atravesamos un tiempo de apariencias; estamos perdidos, alienados de nosotros, perturbados por banalidades, y envueltos en una confusión que nos condena.

Simulamos que nos importa la verdad, al tiempo que en nada nos preocupa la mentira; decimos defender propósitos comunes, pero solo nos conmueve el bienestar individual. Afirmamos que las cosas materiales cuentan poco, que opiniones de terceros casi no importan, y que por sobre lo anterior están los sentimientos; pero la realidad es claramente opuesta.

Las apariencias nacen por inseguridades, dudas o complejos; por querer encontrar la felicidad que no se tiene, y por buscarla en lugares que no existe; por intentar encajar en un entorno ajeno, y por ansiar placeres poco necesarios. Aparentar se está volviendo un hecho natural, como una característica innata a la persona y como un rasgo social bien arraigado.

Aparentamos gustos, emociones y amistades; fingimos intenciones, pensamientos e ideas. Buscamos ser reconocidos y admirados; llevamos una irracionalidad absurda por acaparar espacios y por hacer sentir nuestra presencia. Actuamos con la voracidad que exigen nuestros deseos, creyendo que la apariencia nos ayudará a ser mejores; pero jamás habrá valor en parecer alguien que no somos, en actuar de una manera que no sentimos o en aparentar cosas que no tenemos.

Una vida de apariencias no conduce a nada; más bien nos distancia de un mundo genuino, a la vez que transgrede sin reparo nuestra esencia. Vivir de una manera difusa e ilusoria, nos reduce a ser un personaje de ficción y a volvernos invisibles por completo. Y así, no hay presente ni futuro; solo la triste realidad de un tiempo sombrío e infeliz.

No hay opción, el camino es uno, aceptar quienes somos, o permanecer en la vida siendo otros. (O)

Twitter: @andrespomacosta