Generaciones y tecnología

Pablo Escandón Montenegro

Regalarle un teléfono inteligente a una persona de más de 65 años, es un reto para ella misma, pero mayor es aún para quien tiene que informarle acerca de las capacidades del aparato.

Encontrarse con una interface diferente para hacer una llamada es un remezón muy similar a un sismo, pues el teclado ha desaparecido con sus botoncitos. El miedo a dañar el sofisticado aparato hace que aflore el nerviosismo del usuario, y que quiera regresar a su antiguo celular con pantalla miniatura, resolución de videojuego de los 80’ y a su amado teclado.

¿Cómo hago para contestar? ¿Qué aplasto para llamar? Son las preguntas recurrentes, pero allí están los capacitadores que, con amor, paciencia y la mejor didáctica nunca aprendida en taller alguno, entregan la información sin salirse de casillas.

¿Quiénes son estos evangelistas digitales? De la propia familia, ya que nadie mejor para instruirle al abuelo o a la abuela acerca de cómo aprovechar su ‘smartphone’, que sus nietos o nietas. En mi caso, mi hija mayor le ha dado la mejor clase de cómo usar su teléfono táctil a mi madre: desde cómo tomarse una ‘selfie’, usar el WhatsApp, conectarse a redes Wifi y descargar aplicaciones.
Entre risas y cuchicheos, se tomaron fotos, armaron varios chats y enviaron ‘emojis’ a la familia para anunciar que su abuelita ya tenía un teléfono moderno. Similar proceso lo realizó con su abuela materna, con quien todos los días se envían fotos y mensajes de voz.

El uso de la tecnología tiene sus dimensiones sociales, políticas y culturales; y todo depende de cómo la apliquemos. La cultura digital es un espacio antropológico y social, en donde, como todo en la vida, se afianza o se diluye por cómo la usemos.

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