La cultura

Ningún proyecto político ha tenido a la cultura como emblema ni como real proceso de construcción identitaria de lo que es la nación, la región, ni siquiera de la ciudad, pues cuando hablamos de cultura, a los políticos les asoma el populismo cultural, que no es igual a trabajo cultural con lo popular.

En el país no existe industria cultural, tan solo esfuerzos de artistas y, en muchos casos, oportunismos de quienes se adscribieron al régimen de turno para obtener réditos con planes de lectura que nacieron de préstamos no reembolsables a nombre del país y que luego se convirtieron en feudo personal y que estuvo al servicio de los siguientes gobiernos.

¿La Ley de Comunicación y su fomento al audiovisual ha producido una gran industria? Sí, la de los comerciales de televisión, pero dónde están las series que hayan desarrollado una dramaturgia que reflexione sobre el ser humano, sobre las reales inquietudes que el arte se cuestiona…

Los propios actores culturales solo miran por su bienestar, no por el crecimiento del sector, pues no hay comunidad solidaria entre sí, no hay colectivos estéticos sino político ideológicos, que han hecho panfletos y no arte.

Los movimientos artísticos son políticos, pero de esos carecemos actualmente, pues la mediatización banal de la cultura también ha hecho que las discusiones se centren en si la feria del libro funciona o no, o si quien la administra es la persona adecuada: pura mezquindad narcisista.

El periodismo cultural se extinguió de los medios masivos y ahora vive en espacios más puntuales, pero aún como movimientos de queja y no desde la propuesta que exigen los tiempos actuales, cuando hay que conocer a los públicos, conversar y dialogar con ellos: allí radica la fuerza e importancia de su trabajo.

La cultura que todos los políticos piensan es de efecto y no de proceso, de taquilla y no de escuela; debe cambiar por tener en su proceso institucional a quienes fomenten el desarrollo de las artes para que se integren al mercado, como espacio de los flujos y no como baratillo de marchantes.