Ecuador cavernícola

César Ulloa Tapia

Cuando estuvimos a días de conocer el fallo de la Corte Constitucional acerca del matrimonio civil igualitario, miles de “falsos positivos” circularon en las redes. Los agoreros de su propio caos dijeron que al otro día de que se llegase a aprobar, centenas de miles de personas del mismo sexo harían colas interminables para casarse como si este acto fue similar a llenar un estadio, en el día que se disputa un clásico, pero eso nunca ocurrió.

Asimismo, en varios países de la región y en especial, en Ecuador, también se vislumbra a miles de personas en las calles en estado total de inconciencia y alterando el orden si se despenaliza el consumo de marihuana, pero eso tampoco sucedería con seguridad.

De la misma manera se habla de la despenalización del aborto como si al aprobarse esta posibilidad, al día siguiente podríamos mirar millares de mujeres a las afueras de clínicas y hospitales e, incluso, la realización de un campeonato de médicos disputando el mayor número de intervenciones de este tipo. Pues no, la sociedad no funciona de esta manera. Los discursos del desastre no son nuevos en la historia, simplemente son instrumentos que capitalizan el miedo y la ignorancia para que ciertas posturas no entren en fase de agonía.

Ahora que la Asamblea se hace de la vista gorda y boca muda sobre demandas puntuales de la sociedad, habría que preguntarles también a un buen segmento de legisladores y legisladoras, por qué tampoco ponen entusiasmo en aprobar leyes como la de Extinción de Dominio para recuperar los dineros de la corrupción que están en otros países, claro está, cuando el espíritu de cuerpo es tan poderoso para mantener la impunidad, sobresale un inmenso rabo de paja que ha aniquilado la confianza en quienes hacen política.

Parece que no salimos de la caverna. Las relaciones en el país se construyen desde aquella comodidad que significa dejar las cosas como están y correr el riesgo de enceguecernos por no mirar la realidad en todos sus matices, desde todos los ángulos y sin temor a estar equivocados.

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