¿Ecuador debe aprender de Bolivia?

Salvatore Foti

El último proceso electoral dictaminó, aparentemente, el fin de Morales como Presidente de Bolivia. Morales ganó en primera vuelta con una diferencia muy apretada, pero los señalamientos de fraude y manipulación de los resultados provocaron fuertes protestas, que desde un principio apuntaban a su derrocamiento.

El expresidente boliviano fue víctima de sus propios errores políticos, pues no aceptó los resultados de un referéndum que le impedían volver a postularse y, peor aún, quiso evadir la segunda vuelta con su opositor. Después de violencia, protestas y muertos, Bolivia hoy se encuentra sin Presidente y sumergida en el caos. La violencia sigue y los partidarios del exmandatario están dispuestos a continuar en la lucha para que se quede.

Sin embargo, sin el apoyo de la policía y de los militares los escenarios son poco favorables a Morales, del cual se desconoce su paradero. Morales, según algunas fuentes, habría pedido asilo político a México y parecería que habría intentado huir del país, pero sin éxito. Lo que es seguro es que lo están buscando para apresarlo.

Todavía la palabra fin no está escrita y nadie puede descartar que se den episodios que tengan las características de una verdadera guerra civil. Bolivia necesita urgentemente elecciones, más no persecución. Esperemos que los bolivianos reflexionen.

Las lecciones de la crisis boliviana son que a ningún pueblo le gusta la reelección indefinida; que aún en nuestra región la “democracia” depende de la última palabra de militares y policías (inaceptable) y que el continente está dividido y polarizado, como no pasaba hace medio siglo, entre derecha e izquierda, con el agravante de que hay una fuerte discriminación y división social y racial, que empeoran el panorama.

Aquí estamos a tiempo para entender y enmendar errores. Esperemos que haya también la voluntad de actuar. Se ha superado una crisis, pero no se sabe cuánto hayamos aprendido de ella para ser capaces de sanar heridas y colmar demandas sociales que tarde o temprano volverán a pasar factura.

[email protected]

Salvatore Foti

El último proceso electoral dictaminó, aparentemente, el fin de Morales como Presidente de Bolivia. Morales ganó en primera vuelta con una diferencia muy apretada, pero los señalamientos de fraude y manipulación de los resultados provocaron fuertes protestas, que desde un principio apuntaban a su derrocamiento.

El expresidente boliviano fue víctima de sus propios errores políticos, pues no aceptó los resultados de un referéndum que le impedían volver a postularse y, peor aún, quiso evadir la segunda vuelta con su opositor. Después de violencia, protestas y muertos, Bolivia hoy se encuentra sin Presidente y sumergida en el caos. La violencia sigue y los partidarios del exmandatario están dispuestos a continuar en la lucha para que se quede.

Sin embargo, sin el apoyo de la policía y de los militares los escenarios son poco favorables a Morales, del cual se desconoce su paradero. Morales, según algunas fuentes, habría pedido asilo político a México y parecería que habría intentado huir del país, pero sin éxito. Lo que es seguro es que lo están buscando para apresarlo.

Todavía la palabra fin no está escrita y nadie puede descartar que se den episodios que tengan las características de una verdadera guerra civil. Bolivia necesita urgentemente elecciones, más no persecución. Esperemos que los bolivianos reflexionen.

Las lecciones de la crisis boliviana son que a ningún pueblo le gusta la reelección indefinida; que aún en nuestra región la “democracia” depende de la última palabra de militares y policías (inaceptable) y que el continente está dividido y polarizado, como no pasaba hace medio siglo, entre derecha e izquierda, con el agravante de que hay una fuerte discriminación y división social y racial, que empeoran el panorama.

Aquí estamos a tiempo para entender y enmendar errores. Esperemos que haya también la voluntad de actuar. Se ha superado una crisis, pero no se sabe cuánto hayamos aprendido de ella para ser capaces de sanar heridas y colmar demandas sociales que tarde o temprano volverán a pasar factura.

[email protected]

Salvatore Foti

El último proceso electoral dictaminó, aparentemente, el fin de Morales como Presidente de Bolivia. Morales ganó en primera vuelta con una diferencia muy apretada, pero los señalamientos de fraude y manipulación de los resultados provocaron fuertes protestas, que desde un principio apuntaban a su derrocamiento.

El expresidente boliviano fue víctima de sus propios errores políticos, pues no aceptó los resultados de un referéndum que le impedían volver a postularse y, peor aún, quiso evadir la segunda vuelta con su opositor. Después de violencia, protestas y muertos, Bolivia hoy se encuentra sin Presidente y sumergida en el caos. La violencia sigue y los partidarios del exmandatario están dispuestos a continuar en la lucha para que se quede.

Sin embargo, sin el apoyo de la policía y de los militares los escenarios son poco favorables a Morales, del cual se desconoce su paradero. Morales, según algunas fuentes, habría pedido asilo político a México y parecería que habría intentado huir del país, pero sin éxito. Lo que es seguro es que lo están buscando para apresarlo.

Todavía la palabra fin no está escrita y nadie puede descartar que se den episodios que tengan las características de una verdadera guerra civil. Bolivia necesita urgentemente elecciones, más no persecución. Esperemos que los bolivianos reflexionen.

Las lecciones de la crisis boliviana son que a ningún pueblo le gusta la reelección indefinida; que aún en nuestra región la “democracia” depende de la última palabra de militares y policías (inaceptable) y que el continente está dividido y polarizado, como no pasaba hace medio siglo, entre derecha e izquierda, con el agravante de que hay una fuerte discriminación y división social y racial, que empeoran el panorama.

Aquí estamos a tiempo para entender y enmendar errores. Esperemos que haya también la voluntad de actuar. Se ha superado una crisis, pero no se sabe cuánto hayamos aprendido de ella para ser capaces de sanar heridas y colmar demandas sociales que tarde o temprano volverán a pasar factura.

[email protected]

Salvatore Foti

El último proceso electoral dictaminó, aparentemente, el fin de Morales como Presidente de Bolivia. Morales ganó en primera vuelta con una diferencia muy apretada, pero los señalamientos de fraude y manipulación de los resultados provocaron fuertes protestas, que desde un principio apuntaban a su derrocamiento.

El expresidente boliviano fue víctima de sus propios errores políticos, pues no aceptó los resultados de un referéndum que le impedían volver a postularse y, peor aún, quiso evadir la segunda vuelta con su opositor. Después de violencia, protestas y muertos, Bolivia hoy se encuentra sin Presidente y sumergida en el caos. La violencia sigue y los partidarios del exmandatario están dispuestos a continuar en la lucha para que se quede.

Sin embargo, sin el apoyo de la policía y de los militares los escenarios son poco favorables a Morales, del cual se desconoce su paradero. Morales, según algunas fuentes, habría pedido asilo político a México y parecería que habría intentado huir del país, pero sin éxito. Lo que es seguro es que lo están buscando para apresarlo.

Todavía la palabra fin no está escrita y nadie puede descartar que se den episodios que tengan las características de una verdadera guerra civil. Bolivia necesita urgentemente elecciones, más no persecución. Esperemos que los bolivianos reflexionen.

Las lecciones de la crisis boliviana son que a ningún pueblo le gusta la reelección indefinida; que aún en nuestra región la “democracia” depende de la última palabra de militares y policías (inaceptable) y que el continente está dividido y polarizado, como no pasaba hace medio siglo, entre derecha e izquierda, con el agravante de que hay una fuerte discriminación y división social y racial, que empeoran el panorama.

Aquí estamos a tiempo para entender y enmendar errores. Esperemos que haya también la voluntad de actuar. Se ha superado una crisis, pero no se sabe cuánto hayamos aprendido de ella para ser capaces de sanar heridas y colmar demandas sociales que tarde o temprano volverán a pasar factura.

[email protected]