Fiesta solemne de ‘Cristo Rey’

Hoy se celebra la fiesta solemne de Cristo Rey. Con esta festividad termina el Año Litúrgico, que no sólo recuerda sino actualiza los grandes acontecimientos de nuestra salvación. Esta fiesta nos invita a tomar conciencia de que Jesucristo es nuestro Rey no solamente por ser Dios encarnado, sino por derecho de conquista;

porque habiendo dado su vida en la cruz, nos ha reconciliado con Dios, nos ha comprado con el precio infinito de su preciosísima Sangre y ha sido constituido Rey Soberano de cielos y tierra, ante cuyo Nombre doblan sus rodillas cuanto vive en el cielo, en la tierra y en los abismos.
Todas las lecturas que se proclaman en la Santa Misa de este domingo nos ayudan a reconocer a Jesucristo como nuestro Rey, que merece todo nuestro amor, obediencia, adoración y acción de gracias.

La primera lectura del segundo libro de Samuel, V, 1-3, recordándonos las palabras con que saludaron todas las tribus de Israel a David, antes de consagrarlo Rey: «Hueso y carne tuya somos»; nos insinúa delicadamente a reconocer a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como Rey del universo; pues si David alcanzó tan honrosa distinción de su pueblo por haberlo librado de la esclavitud de sus enemigos; con mayor razón debemos proclamar con nuestras vidas Rey nuestro a Jesucristo, por habernos liberado de las cadenas más temibles del pecado y del diablo.

La segunda lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Colosenses, 1, 12-20, nos invita a dar gracias a Jesucristo, Nuestro Rey, por el don inefable de nuestra redención; pues; «Dios tuvo a bien reconciliar en Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos».
Y el evangelio según San Juan, XVIII, 33-37, recordándonos las palabras del buen ladrón, Dimas, crucificado con Jesús: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino», y la respuesta del Redentor del género humano: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso», nos invitan a poner toda nuestra confianza en nuestro amoroso Rey del universo, en las circunstancias más difíciles de nuestra existencia.

Si Jesucristo ha dado su vida por ti, amable lector ¿quién te condenará? pregunta San Pablo, ¿será Dios Padre? y responde que no, porque nos ha enviado a Jesús para que te salve, ¿Será Jesucristo? y responde el mismo Apóstol, no, porque El ha muerto y resucitado por ti (siempre que vivas de la fe en Jesucristo que murió y dio su vida por ti).
Cristo tiene que reinar en todas las circunstancias más variadas de nuestra existencia: en nuestro trabajo, en nuestro descanso, y, hasta, en nuestras honestas diversiones. En nuestras mentes, porque es la ‘verdad’ por esencia; en nuestros corazones, porque es el infinito ‘amor’.