La consulta

POR: José Albuja Chaves

El Presidente Moreno dio cumplimiento a su anuncio de convocar a una consulta popular, quizás no tanto por su propio convencimiento personal en sí, cuanto por la petición mayoritaria e inclusive la presión popular que abogó por inminentes cambios en la estructuración de nuestro estropeado país, fruto de una conducción de un caudillismo voraz que se escondió al inicio en un amainado proceso revolucionario, y que explotó como bomba siniestra en 10 años de mesianismo, prepotencia y adicción al poder, en un grupo deslumbrado por un dirigente incansable y taladrante para la intolerancia.

Moreno fue consecuente con aquello de la “mano extendida” y luego fomentó un diálogo que al comienzo apenas aparecía como un delicada y atractiva frase, no obstante que ya en el campo de los hechos devino en un proceso al que se sumaron muchas fuerzas productivas y sociales, y los sectores más reacios ubicados en la oposición política entendieron que el Ecuador vapuleado solamente puede rehacerse con el concurso de todas las fuerzas sociales, económicas y del pensamiento, incluyendo la academia. La paz social y el respeto como valores consustanciales.

Por lo mismo, la única oposición que quedó fue, precisamente, la que llevó a Moreno al poder, pues Correa, convencido de ser el gran elector se encontró con alguien que quiso asumir su responsabilidad sin tutores de ninguna calaña, sin padrino putativo y sin un agrimensor de sus decisiones políticas y de la conducción de la nave del Estado.

Ahora, la Consulta, ha dado sus comienzos. Como es natural no contenta a todos, y al ser una propuesta humana, contiene interrogantes y hasta dudas. Pero ya está allí, y eso es lo que vale y lo valiente. Hay preguntas concretas, fáciles de entender y, realmente, son de gran interés para el momento que vive el país.

Como paso siguiente, hay ciertas leyes que pueden reformarse, derogarse, y ciertos decretos, acuerdos y más disposiciones están al alcance del propio Presidente, quien puede dejar insubsistente mucha paja y leña que dejó en el camino el autoexiliado antecesor.