Ruido

Andrés Pachano

El diccionario dice que son “… Sonidos inarticulados, por lo general desagradables…”, cuando al ruido se refiere. Ambato la nuestra, es ciudad en la que este y la bulla, crecen raudos.
Somos –y hablo en plural para no desvincularme de esta mala costumbre- hábiles para hacer uso y abuso del “pito” de los carros, olvidándonos que este artilugio se debe usar para alertas urgentes y no como distracción cotidiana; nos sirve por igual para saludar al vecino, como para apurar al vehículo que está delante de nosotros o para ofender al peatón conminándole con sonido estridente a que respete al carro, no recordamos jamás que el ciudadano en la calle tiene preferencia en la circulación. Ni que decir de aquel automovilista -muy común en el ‘taxismo’- que parece tener cualidades telepáticas adelantándose al cambio de luces del semáforo de la esquina para, con ruido estridente, apurar la circulación en una ciudad de tráfico denso; ni que decir cuando “el profesional del volante” busca clientes con el ruido del ‘pito’ del auto, haciendo bulla sistemática en su caótico deambular.
Sin respeto alguno, olvidándose que vivimos en sociedad, se instalan equipos de sonido con altísimo volumen -con payasito y modelo incluidos- que no permite escuchar ni voces peor música, cuando ofrecen promociones de cualquier negocio o anuncian la apertura de un nuevo establecimiento comercial. Los “… Sonidos inarticulados, por lo general desagradables…” que así se emiten en cualquier esquina de la ciudad, a la par de molestar al transeúnte contravienen la elemental razón de respeto a la convivencia social.
Ni que comentar de la toma de cualquier esquina, para que cualquier persona o institución, organice cualquier acto por cualquier ocasión, con sonido estridente e impidiendo la libre circulación peatonal, al margen del respeto ciudadano.
Esfuerzos han existido; el Municipio de la ciudad ha persistido en normar este comportamiento mediante ordenanzas municipales que controlen el ruido, la bulla, que den orden. Pero a pesar de ello crece.
Me parece que es tema de estudio para que, desde la semiología, entendamos este signo de nuestra vida social, este de la afición al ruido. Presente, vigente y creciente en la ciudad.