Inti Raymi

Pablo Escandón Montenegro

La fiesta del sol es un fenómeno global, pero es más propio de las naciones ecuatoriales. Somos el país del sol perpendicular y solo en nuestro paralelo cero podemos hacer el ejercicio de no tener sombra este día, pues en el cénit, el rey de nuestro sistema planetario cae perpendicularmente y anula todo rastro de sombra en ese momento mágico de tránsito terrestre.

Nuestros ancestros fueron sabios al reconocer los equinoccios y solsticios, que marcan las estaciones en los hemisferios norte y sur, pero en nuestro clima ecuatorial, solo tenemos marcadas las temporadas secas y lluviosas, que distan de ser invierno o verano, pues con las lluvias, en la Costa, hace más calor y no frío, pero le decimos invierno. En la Sierra, la época soleada y ventosa llega propicia para volar cometas y anuncia el inicio de las vacaciones.

Pero el Inti Raymi vincula el fenómeno astronómico con las fuerzas terrestres y sus expresiones culturales, como son las que se producen en nuestros Andes; es un festejo que vincula a la comunidad con la concepción de apropiación del mundo, de agradecimiento por la cosecha, por la fertilidad de la tierra y por la bondad de los productos que en ella se dan.

Las expresiones culturales en este día son variadas: la toma de la plaza en Cotacachi, el baile de entrada por los cuatro puntos en Cayambe, la ceremonia en Rumicucho, todas vinculadas con las tradiciones y ritos ancestrales que significan al sol como un elemento importante dentro de nuestras vidas biológicas y culturales.

¿Y es que quién puede vivir sin sol? Parafraseando a Fito Páez… Nadie, ninguno de nosotros, homínidos y mamíferos; necesitamos del sol para marcar nuestras actividades, para situarnos en el espacio, para reconocer, incluso, a quienes provienen de latitudes donde el sol no es tan generoso.

Hacer una fiesta al sol no es ser idólatras, es reconocer y estar conscientes de que estamos conectados con todos los elementos del planeta, no de forma idílica ni metafísica, sino real, utilitaria y simbólica, pues el astro sol es nuestro guía, y como habitantes equinocciales, y más aún como quiteños, en donde el sol cae de manera diferente, nos reconocemos como sus hijos.

Vivamos la fiesta del sol como un homenaje de cumpleaños a esos padre y madre que nos da la vida por siempre: el Sol y la Tierra, de quienes tomamos sus calor y energía para zapatear y domarla.

Vivamos un Inti Raymi de alborozo y alegría comunitarias.