Elecciones y democracia

Rodrigo Santillán Peralbo

Entre los siglos VII y IV a.C. los griegos, particularmente los atenienses de las Polis, crearon la democracia como un gobierno del pueblo. Ese concepto de gobierno fue manipulado por las burguesías europeas que, en el siglo XVIII, decidieron que la democracia era la mejor opción para proteger sus privilegios e intereses frente a los apetitos desmesurados de las monarquías autoritarias y sus nobles. Luego crearon los procesos electorales como un mecanismo para legitimar sus gobiernos.


La concepción burguesa de la democracia no ha cambiado sustantivamente al agregarle la palabra representativa y al crear la ilusión de que es el pueblo el que escoge a sus gobernantes a través del voto, cuando en realidad son las clases dominantes y los grupos de poder los que imponen candidaturas y políticas gubernamentales, salvo raras excepciones.


La democracia liberal que se asentó en Occidente es una realidad para las clases dominantes que son las que deciden sobre la administración del Estado, y una ficción para el pueblo que, con los votos, nombra Presidente o sus representantes en el Parlamento. La democracia liberal-burguesa funciona sobre principios básicos: Constitución Política que garantice derechos y libertades dentro del Estado de Derecho y un sistema de pesos y contrapesos que posibilite la autonomía de las funciones del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.


El ejercicio de la democracia implica democratizar la sociedad para que la ciudadanía participe en la defensa de sus derechos y en el tratamiento de los asuntos públicos, por lo que es indispensable la organización social, inclusive para liquidar el autoritarismo y construir una democracia profunda, igualitaria, solidaria, con justicia social, derechos y libertades para todos.


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