Cotopaxi, breves datos

Las Geociencias estudian los fenómenos volcánicos y sus fuerzas telúricas en el denominado “Cinturón de Fuego del Pacífico” del que formamos parte con nuestros nevados activos; bellezas naturales que han manifestado su poder a lo largo de miles de años. Para la Vulcanología, la Geología y todas las Geociencias o ciencias de la Tierra, cien años pueden ser como una fracción de segundo en la vida de los seres humanos y en ese lapso, pequeño para la ciencia pero grande para nosotros, ocurren flujos de energía, como la volcánica; terremotos, tsunamis; huracanes, tornados; deslaves, inundaciones o sequías que amenazan la vida en el planeta. Precisamente, expertos y científicos, formados en este campo, están trabajando desde el Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional monitoreando a nuestro volcán, con equipos altamente sofisticados y tecnología de punta.


El nombre Cotopaxi, proveniente de la lengua Chibcha, significa “Cuello de Luna” “Garganta de Plata”; o, del dialecto de los Quitchés, “el que cava y esparce”, como nos enseña el Dr. Neptalí Zúñiga, en su obra “Historia de Latacunga”. Tomo I. Independencia. (p. 7). Es, sin duda, el nevado más atractivo del Ecuador, turistas nacionales y extranjeros lo visitan, siendo el Parque Nacional que, después de Galápagos, recibe el mayor número anualmente. Es común observar al margen de la carretera que conduce a Quito, a viajeros que se detienen breves momentos para tomar fotografías del volcán cuando muestra al mundo su impresionante belleza.


Franklin Barriga López, en su obra “Monografía de la Provincia de Cotopaxi” señala: “Es para nosotros no solamente probable sino cierto que las primitivas tribus indígenas del Ecuador adoraban, como divinidades vivientes, a los grandes conos nevados de las cordilleras andinas…/…adoraron indudablemente, al Cotopaxi, como a una divinidad con sexo y con vida, según la manera de imaginar las cosas, tan propia de los indios….” (Tomo 1. P. 65). El mito, la leyenda, producto de las vivencias y creencias de los pueblos aborígenes han quedado gravadas en las nieves eternas del Cotopaxi.