Cosas que se leen…

…y se oyen. Leo en un prestigioso diario nacional que el monumento a la Independencia, en la plaza homónima, fue diseñado por los arquitectos Durini. Según los datos a mi alcance el autor del diseño fue el religioso salesiano Juan Bautista Minghetti, años antes del triunfo del golpe alfarista. Los Durini modificaron el diseño original para adecuarlo a la ideología liberal y levantaron el monumento. Leo en otro diario muy serio y veraz el informe sobre un libro, en el cual el autor, según el cronista, asienta: “Aunque la historia del país registra a Eloy Alfaro como patrocinador de los primeros proyectos culturales musicales con la creación del Conservatorio Nacional de Música de Quito…”

(No entro a analizar otras afirmaciones pues no he leído todavía la obra en cuestión). También según los registros históricos el primer Conservatorio fue fundado por Gabriel García Moreno en 1870, vale decir 25 años antes del referido golpe alfarista.


En otro orden de cosas, oigo a una respetable señora decir que Antonio Gaudí, el conocido arquitecto de la maravillosa Sagrada Familia de Barcelona, habría vivido una vida bohemia y de desorden. Sin embargo, conocemos con ciencia absoluta la existencia llevada por este enorme artista, ascética, de oración, de renuncia, de humildad y de desprecio de los bienes y placeres de este mundo.
He traído a colación estos ejemplos para preguntarme y preguntar a mis amables lectores: ¿Por qué se adulteran los hechos históricos? ¿Habrá tan solo una patente ignorancia con la consabida pereza opuesta a remediarla? ¿O se tratará de una escondida mala fe, el intento de elevar a alguien y desmerecer a otro?


Tal vez no se ha investigado a cabalidad y se acepta sin crítica “lo que todo el mundo sabe, lo que todo el mundo dice”. A lo mejor se busca agradar a alguien poderoso admirador de ciertos personajes. Cabe la posibilidad de acercarse a los hechos con prejuicios o teorías que impiden ver con objetividad el pasado a través de los documentos conservados. Quienes algo hemos leído nos damos cuenta de los engaños, pero ¿y la mayoría?

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