Ascensos en vacas flacas

Cerca de 150 militares de la FAE fueron ascendidos y en el discurso de su máxima autoridad se llamó a respetar la Constitución, lo que significa lealtad y sujeción al sistema democrático. Fue acertado pedirlo, aunque vale reflexionar sobre la presencia de milicias en Latinoamérica en pleno siglo XXI y, concretamente, en el Ecuador.


Hemos superado los conflictos territoriales con nuestros vecinos y para el cuidado de la heredad territorial, no serían necesarios ni los militares ni sus costosos armamentos, pero si pensamos en control del contrabando en las fronteras del narcotráfico o de los grupos subversivos en la frontera con Colombia, veríamos que ahí está su función.


Lo más grave que puede ocurrir es que, en un momento crítico de la economía, dupliquemos funciones o destinemos ingentes recursos para sostener un aparataje bélico sin sentido o, peor aún, una milicia de oficina gestora de trámites intrascendentes.


No es tiempo de ‘vacas gordas’, de uniformes de parada y de diario, de tanta estrella y atuendos costosos, de prebendas o asignaciones elevadas a cuenta de que no se enojen los gendarmes y utilicen las armas que, desgraciadamente, siempre triunfan sobre la razón.


Habrá que repensar en el número de efectivos, los sueldos y en las labores que deben cumplir los militares en circunstancias como las actuales, pues lamentablemente los mandatarios suelen afincar su estabilidad en la clase castrense a través de dádivas y no en una gestión proba y eficiente.


Ojalá que además del respeto al orden constitucional esté la vocación de servicio y equidad pues, como un médico, un ingeniero, no tienen por qué merecer más que nadie. Y que en la cabeza de los políticos esté la obligación de un trabajo honesto, al margen de amparos y socorros deplorables.


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