Rarezas ministeriales

Imaginemos el caso de un alumno matriculado en un colegio desde el mes de septiembre de 2015 y al cual le piden justificar las faltas de 2014. Cualquier autoridad colegial aceptaría la notificación de fecha de entrada del joven a la institución como prueba de que no necesita justificar ninguna ausencia. El no aceptarlo significaría tosudez incomprensible. Me cuentan que algo parecido acaba de suceder en un ministerio del ‘País de Ripley’. Una empresa fue constituida el mes de enero de 2013 (digamos), el gerente de personal entrega todos los documentos pertinentes, pero los burócratas le imponen una multa por no presenter la información de 2012. El gerente les explica, con la papelería en la mano y ante los ojos, que en 2012 la empresa todavía no existía, por lo cual era imposible que tuviese empleados. Los burócratas no entienden, o no quieren entender, y mantienen la multa. ¿Alguien puede comprender tamaño dislate?


Supongamos que la empresa acepta pagar, ¿cuál sería la nómina de trabajadores? ¿Cuál la fecha de ingreso? ¿Y el monto del sueldo? Preguntas obvias y sin respuesta posible.


Frente a este ominoso panorama burocrático de personas renuentes a aceptar lo evidente y racional, cabe sacar por lo menos una consecuencia: en el País de Ripley sale más a cuenta no invertir, no crear empresas; lo cual significa no crear fuentes de trabajo. La burocracia babilónica se encarga de matar a fuego lento todo intento de invertir o de optimizar el esfuerzo creativo.


Como decían los romanos,:“Tal como me lo contaron, se los cuento” (Relata réfero). No me han mencionado ni el nivel de los burócratas, ni si las autoridades superiores de tal ministerio se han enterado del surrealístico caso; no conozco por ello su reacción. El asunto me trae a la memoria una frase leída en alguna exposición en mis años universitarios: “La burocracia es el homenaje de América Latina a Kafka”. Lo narrado parece sacado con pelos y señales de El Proceso, también por el sentimiento de ahogo del protagonista, y de ahogo en un obscuro charco de lodo.


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