Zombis en AP

Los muertos vivientes de Alianza Pausaren tras la búsqueda de cerebros para poder seguir existiendo. Hasta el último pedirán el voto en las urnas para legitimar un siniestro. El relevo del presidente Correa parece un despedazamiento de cadáveres, una cacería de borregos o una profanación macabra de tumbas para alcanzar la eternidad anhelada.


Los ‘zombis’ buscan un clon. A su paso dejan huella en un camino tenebroso de pantanos, pregones lúgubres con velas y leyes inconclusas que escenifican el panorama de los próximos 13 meses: ley de tierras, movilidad humana, universidades con acumulación de despidos, sector salud irresuelto, endeudamiento desaforado, ordenamiento territorial con dedicatoria, empeño de oro pendiente y elusión al impuesto a la herencia en agenda.


Más normas para controlar, sancionar y deambular por el cementerio del populismo junto al despeñadero. Un intento de resurrección convocado desde ultratumba para escribir en la lápida: ‘aquí yace la revolución ciudadana, sin pena ni gloria’, poner más maquillaje al cadáver desfigurado del correísmo y encontrar al menos peor de todos como próximo candidato. En coro: Glas, Patiño, Moreno o Guillaume, un eco que sale desde las tinieblas del mausoleo de AP. Pero el dueño del panteón sigue siendo RC.


La influencia de las ideas fascistas, que aún persiste y está presente en muchos movimientos radicales, extremistas y totalitarios, cobra vida. Umberto Eco dice que hay un aire de familia entre el fascismo y las conductas cotidianas. Las mentiras y verdades a medias requieren de un aparato crítico que actúe en cualquier sociedad libre.


El absolutismo de Estado se estrenó, construyó y afianzó durante la última década con la figura del híperpresidencialismo correísta dominante que sintonizó con el fascismo clásico. La enmienda constitucional que convierte a la comunicación en servicio público es la prueba fehaciente de la adicción por el control y las restricciones a la libertad de expresión, cual fascismo lúgubre. Argentina y Venezuela giraron el timón a tiempo; pero, AP en Ecuador, por ahora, es un muerto viviente en peligro de extinción.


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