La ciudad enferma

Con preocupación vemos como en la ciudad de Latacunga muchas actividades se han estancado, se han deprimido o, definitivamente, han dejado e atender al público.


Varios locales del centro comercial La Maltería Plaza están cerrados y de igual forma en centro de la ciudad han desaparecido almacenes, restaurantes; negocios con ofertas por liquidación; bancos, cooperativas y otras instituciones financieras que han limitado los créditos; desorden y caos total en el comercio informal que ha invadido las calles de la ciudad transformándola en un mercado denigrante y ofensivo para quienes vivimos en ella. A más de lo indicado, la inseguridad: crímenes espeluznantes, robos a domicilios, asaltos a mano armada; estafas, abusos de confianza, drogas. Sitios calificados como zonas rojas por el peligro y presencia de meretrices y rufianes.


Estos ejemplos son suficientes para expresar la gran preocupación ciudadana que clama porque la situación mejore, que la economía se recupere, que los comerciantes retomen la confianza, que la ciudadanía se sienta segura, que inviertan, que establezcan negocios, que se queden, en definitiva, en la ciudad querida que debe pronto retomar su tradicional identidad de ser Latacunga apacible, acogedora, segura.


La gran ola migratoria que ha soportado la ciudad no ha podido ser planificada ni controlada por las actuales y anteriores administraciones.


La ciudad está enferma, como dice Leonardo Santelices en su libro “Una Flor en el Desierto”; los síntomas de la enfermedad son muy evidentes, los bichos, las alimañas y los roedores la devoran con su insaciable apetito, corrompen la piel de la ciudad, dejan lacras lacerantes, dolorosas.


Latacunga necesita ayuda, tiene que buscar su propio remedio; no la caridad que lanzan al mendigo. La ciudad necesita curarse por dentro, vomitar y remover sus entrañas para limpiarse, para aliviarse y es ahora; no podemos esperar las próximas elecciones ni a los nuevos redentores.