¿Qué pasó con Las Golondrinas, nos olvidamos?

Esmeraldas aceptó el desafío que nunca debió haberse dado, porque no había ni razones históricas, sociales ni económicas, pero sí políticas para ir a un plebiscito viciado de errores igual al que ocurrió cuando se cercenó nuestra provincia en el caso de La Concordia.

Y es que no aprendimos la lección y ante la decisión de autoridades del CNE fuimos a dirimir una contienda que tenía nombre y que no era la “crónica de un fraude anunciado” sino de una vergonzosa manipulación de quienes manejan estos organismos. Parece que nos han visto la “cara de zuecos” y nos creen extremadamente ingenuos e ignorantes que estamos acostumbrados a doblar la cerviz y aceptar las medidas de estos írritos plebiscitos que me recuerdan lo que hacía el Perú.


La situación se dio irreversiblemente y el Consejo Provincial, organismo que tomó la bandera de lucha para defender lo nuestro, porque los esmeraldeños no estamos acostumbrados a tomar lo ajeno, pese a todas las pruebas documentadas y fundamentadas en derecho con mapas y cartografías que señalan los límites de la territorialidad esmeraldeña y haciendo referencia a los artículos de Ley que nos amparaban, hasta el momento de nada han servido los reclamos, porque quienes están al mando del poder electoral no aceptan que hubo fraude a pesar de que ciudadanos que viven por más de dos o tres décadas en esos recintos y lugares aledaños dan fe de que vieron sufragar a personas que jamás habían conocido, pero que se subieron a la camioneta del fraude en una acción similar a la de La Concordia, donde se inflaron padrones y el 30% y un poco más de los votantes vino de afuera a consolidar un hecho detestable.


Todos sabemos que la gente nativa de Las Golondrinas y La Concordia no traicionó al terruño que los vio nacer y donde han desenvuelto sus vidas, creado sus familias, educado a sus hijos y elevado el amor cívico.

Acabamos de pasar un momento difícil con el terremoto del 16 de abril y sus réplicas, ese dolor y angustia con que nos azotó la naturaleza está latente, pero el esmeraldeño es como el guayacán que seguirá floreciendo en sus llanuras y no desmayaremos en retomar un reclamo, que si la justicia existe de verdad y las leyes no se venden, nuestros planteamientos tendrán eco y que no vaya a pasar como en La Concordia que hoy lamentan y se arrepienten haber, en algunos casos, apoyado una tesis donde perdieron las pertenencias que los llena de dolor.