¿Nos llega otro tipo de odio?

En nuestro país, como en todos los demás, la política ha sido causa de graves rivalidades que en alguna ocasión se han transformado en odio. No ha sido frecuente, pero ha sucedido. En los últimos diez años los ecuatorianos hemos sido testigos impávidos del crecimiento de antipatías extremas, no reprimidas con cautela ni por prudencia natural ni por caridad cristiana. Ese odio visceral se nota en las actitudes de personas con poder, con mucho poder, y de otras acunadas a su sombra, con cobarde servilismo.


Esta antigua isla de paz, desde hace más de un siglo no favorable a la violencia política y peor aún guerrillera o terrorista, no se ha dado cuenta de que existen indicios del arribo de un tipo de odio nunca antes conocido en nuestro medio y no me refiero a la violencia armada de fusiles o de bombas por odio al sistema establecido. Doy un par de ejemplos para entendernos.


Hace pocas semanas salía de la Catedral de Quito una pequeña comitiva compuesta por cerca de cien parejas recién casadas, se dirigía al monasterio de la Concepción para finalizar un rito. Frente a las gradas de acceso a la Plaza Grande se había colocado un grupo de personas que comenzaron a insultar a los recién casados y a sus acompañantes: “¡Satánicos, idólatras!” y otras expresiones ofensivas, sin haber recibido antes ningún ataque o muestra de antipatía. En el mismo lugar en ciertas oportunidades se reúnen algunas personas que con gritos igualmente ofensivos destrozan imágenes religiosas. Esto sucede a diez metros del Palacio de Gobierno.


Hace un par de días, al salir de una capilla una señora se encontró con una mujer, rodeada de perros enfurecidos, la cual no solo le dijo de todo, sino que responsabilizó del último temblor a los correligionarios de la primera.


La Constitución garantiza el derecho a tener opiniones y a expresarlas de diferentes maneras, entre ellas una procesión o un rito. Si esos insultos se hubieran dado contra cierto grupo social muy mediático pero minoritario, ¿no sería noticia nacional y hasta internacional? ¿Por qué los poderes públicos consienten?
[email protected]