En contra de todo

Carlos Freile

En contra de la clase media, de la familia, de la Doctrina Social de la Iglesia se lanza un proyecto sobre la plusvalía de bienes inmuebles. Me compete hablar como ecuatoriano común, que ha vivido toda su vida de su trabajo, con el fin de lograr algo perdurable en lo económico, después de luchar por valores e ideales trascendentes. La primera perjudicada por la ley de marras y de porras es la clase media, aquella acostumbrada a ahorrar, a pensar en el futuro con cautela, dispuesta sacrificios por quienes vienen después de nosotros.


La segunda lesionada, precisamente, es la familia, entidad natural no estancada en un eterno presente, sino dinámica, solidaria con el pasado, y sobre todo con el porvenir. La tercera en salir perdiendo, como decimos coloquialmente, es la Doctrina Social de la Iglesia: en ella se expresa de mil maneras la necesidad de proteger la propiedad como un bien indispensable para la estabilidad de la sociedad familiar.


En este espacio no es dable citar una serie de documentos pontificios, no solo desde la Rerum Novarum (1891) sino anteriores, como sacar a relucir textos de obispos, de teólogos, de doctores, sobre la defensa que la Iglesia ha llevado adelante del derecho de las familias no solo a poseer sino a preparar días mejores para las futuras generaciones. Ello sin negar el otro principio básico, el que obliga a los católicos a tener siempre en la mira la función social de la propiedad. Pero este deber siempre está limitado por los derechos de la familia, célula originaria de la sociedad.


A lo largo de los dos últimos siglos ciertas fuerzas se han centrado en atacar a la familia; a veces por medio de la educación supuestamente laica, otras con leyes contra su continuidad en el tiempo, o socavando sus características naturales, también con ataques a la propiedad familiar, modesta o no. Al final, como afirma Chesterton, “todo pasará, solo quedará el asombro, y sobre todo el asombro ante las cosas cotidianas”, esas cosas familiares que nos han puesto un sello. Quedará el asombro, si nos dejan. Pensémoslo con cuidado.


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