Segunda vuelta

El 11 de abril se espera que concluya una etapa política enigmática llena contradicciones, desequilibrios y estupor. Día del cierre de una batalla electoral antagónica pero sin vislumbrar para dónde nos llevarán ambos candidatos finalistas: Guillermo Lasso y Andrés Arauz.

Entre seguidores, aprovechadores y adoradores, se lanzan toda clase de propuestas, noticias falsas, frases pegajosas, campañas de trolls y bulos colocados por genios del TikTok. Unos por volver a recuperar el dedazo autoritario de Rafael Correa y salvarse a sí mismos; otros, por salvar la democracia e incorporar el centro extremo, cual botín de guerra, por encima de los votos de los perdedores Yaku Pérez y Javier Hervas. A ciegas y distantes aún de comprender la capacidad de movilización y rebeldía del movimiento indígena.

El torrente de los más ridículos argumentos del balotaje electoral y los anuncios de fraude solo pueden ser superados por los dislates del saliente Lenin Moreno y su cuadrilla de funcionarios renunciantes que cogobernaron bautizados por las élites. Nadie atina a nada pero entraron a la campaña porque la desconfianza fortalece la imaginación del electorado. El recrear un enemigo en común ayuda a revisar las más diversas manifestaciones de corrupción en medio de la desastrosa distribución de vacunas que buscan disipar la pandemia. De ahí que aparezcan duendes que vacunan poderosos sin reclamo y vuelven la contienda electoral en un conflicto de familias.

Pero persisten los reales problemas del país antes, durante y después del coronavirus: desempleo, inseguridad, desnutrición infantil, mala educación, violencia callejera, delincuencia organizada, narcotráfico, el combate a la pobreza, la búsqueda histórica por alternativas, oportunidades y estrategias para enrumbar el futuro.

Una segunda vuelta para ganar seguidores en TikTok, por llegar a los jóvenes que no cuestionen la realidad tangible ni digital; en un país, en donde predomina la indolencia, reina la incertidumbre y lo absurdo se expresa hasta en las urnas. Albert Camus decía que nos acercamos a edificar la tiranía totalitaria, no por las virtudes de los totalitarios sino por los yerros repetidos de los demócratas. Imposible mirar de lejos.

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