Periodismo de calle

Roque Rivas Zambrano

El periodismo requiere olfato y que deja muchas suelas gastadas. El verdadero reportero es el que camina, palpa, escucha, huele y observa la realidad. No hay nada que se escape a sus sentidos, de su libreta de anotaciones y su destreza para contar historias. Jimmy Breslin lo sabía. Falleció el domingo pasado en Nueva York, y era conocido como el maestro del periodismo de la calle, aquel que veía en los seres marginales posibilidades de relatos alucinantes.


Breslin formó parte de los exponentes del periodismo narrativo con reportajes como ‘Cavar la tumba de JFK fue un honor’. Seguramente, mientras todos sus colegas estaban en busca de primicias o de las declaraciones de gente con poder, Breslin buscó al sepulturero y abordó el entierro desde la experiencia de quien, literalmente, cavó la tumba.


“Clifton Pollard estaba seguro de que le tocaría trabajar este domingo, así que se levantó a las 9 a.m. en su departamento de Corcovan Street y se puso el overol caqui antes de entrar a la cocina a desayunar”. Sin mayores preámbulos, Breslin ubicaba a sus lectores, los involucraba con sus personajes y los atrapaba desde el inicio. No era sencillo, requería de experticia para narrar, con estilo propio, descripciones y diálogos.


Pablo de Llano, en ‘El País’ de España, lo describe como “el reportero alocado, bebedor, entrañable pero de prontos huracanados, un bárbaro tocado por el talento natural para el oficio, un tipo común pero también un intelecto privilegiado”. Obsesionado con la perfección, no dejaba una nota suelta sin que estuviera impecable. Aprovechaba hasta el último segundo que le ofreciera la imprenta y atosigaba a los editores hasta que le dieran el visto bueno. Todo esto hace de Breslin un periodista de la calle, de esos que están a punto de extinguirse…


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