La incertidumbre

Carlos Freile

Converso con este, dialogo con aquella, escucho el hablar de la gente y se decanta en mi ánimo un pozo de incertidumbre; salvo algunos optimistas sin remedio, la mayoría de las personas de variados tintes políticos y sociales dejan traslucir esa conclusión a sus razonamientos: ignoran lo que vendrá, no solo en el sentido tradicional de no saber los contenidos del futuro, sino en el más concreto de desconocer qué nos vendrá con el nuevo Gobierno. Es posible que el candidado declarado ganador por el Consejo Nacional Electoral cambie el estilo, no insulte ni se burle de todo bicho viviente; a lo mejor dialoga sin imponer, escucha sin amargarse, decide sin prepotencia. Los hados a lo mejor nos traen racionalidad económica, respeto a las leyes, honra a la dignidad de las personas y a su integridad, veneración por los valores modeladores de esta comunidad ecuatoriana con su diversidad enriquecedora.


Pero la incertidumbre nos golpea; no sabemos si el destino nos tiene preparado un gobierno autoritario, desdeñoso del respeto al derecho de los ciudadanos, dispuesto a imponer un modelo a como dé lugar; un gobierno trufado de utopías revolucionarias destructoras de la naturaleza humana, deseoso de construir ‘el futuro que canta’ con los materiales de desecho del presente.


¿El futuro nos traerá la campaña más valiente contra la corrupción, la coima, el cohecho, el soborno? ¿El tiempo nuevo vendrá con su bagaje de fuerza para liberar a la justicia de sus amarres políticos?


¡Cuánta incertidumbre! Quienes ya caminamos al ocaso de la vida, ¿podremos dejar a nuestros hijos una migaja de bienes? Todos aquellos sin alma de bisagra ¿saldrán a la calle sin miedo a represiones y golpizas por parte de ilegales grupos de control?


Dios quiera que los días venideros nos tranquilicen, nos obliguen a volvernos esperanzados, ilusionados: “que las señales en el cielo” como decían los romanos, nos sean propicias. Aquellos que ya han perdido todas las esperanzas son capaces de arriesgar la vida sin miedo a perder lo ya perdido.