En defensa del Plan Familia

Carlos Freile

Aunque estas palabras no puedan tener ningún resultado, pues la decisión ya se tomó, debo romper lanzas en defensa de una iniciativa que se ha demostrado positiva en diferentes partes del mundo. El nuevo Presidente de la República eliminó el Plan Familia sin un estudio previo, sin evaluaciones concienzudas; firmó el decreto impulsado por su ideología y por el clamor de quienes tienen fijado un curso para toda la sociedad, de a buenas o de a malas.

El Plan Familia no es nefasto, como aseguran: se basa en la valoración de la persona humana en su integridad y en su vinculación con la comunidad familiar (aquella en la que se nace y aquella que se va a formar). No lesiona la condición laica del Estado, pues no parte de presupuestos religiosos sino antropológicos, psicológicos, médicos…. Tampoco ha provocado un aumento del embarazo adolescente, pues cae por su evidencia que guiar a las adolescentes a madurar antes de tener relaciones sexuales no les lleva a tenerlas.

La falacia consiste en que se rechaza el Plan Familia porque pone énfasis en la abstinencia sexual y luego se la ataca porque aumentan los embarazos y los consecuentes abortos clandestinos. Falacia y contradicción. Alguien ha criticado mordazmente al Plan Familia porque “se basa en la moral”, ¿significa eso que debemos educar a las nuevas generaciones en la amoralidad? (Nótese que no he escrito inmoralidad) ¿En nombre de qué mágica instancia rechazamos la corrupción política o económica?

Se burlan del “moralismo”, pero, ¿acaso no es destructivo instrumentalizar el cuerpo de otro, lo que significa instrumentalizar a la persona? ¿No es deletéreo buscar el placer sin tener en cuenta las consecuencias, no digamos corporales, sino emocionales, afectivas, relacionales? Mucho más se podría decir, pero ya en mis lejanos años universitarios se decía, en son de broma, que la mejor píldora anticonceptiva es la aspirina colocada entre las rodillas de la mujer sin que la deje caer. Insisto: no existen preservativos para el alma. Y vengan palos (y más investigaciones desideologizadas).

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