Parsimonia del cambio

Manuel Castro M.

Tenemos que digerir las cosas actuales de la política, que ya es bastante como para preocuparse de las futuras. Sucede que el gobierno con el fin de recobrar la armonía social ha adoptado medidas casi aplaudidas: supresión de las sabatinas, veto a una ley que sancionaba a los asambleístas faltones, caso omiso a una ley que creaba una guardia civil armada, diálogo con los empresarios y con cualquiera.

Temas no excesivamente trascendentales, que obviamente Guillermo Lasso de presidente los hubiera puesto en práctica, lo cual es paradójico, pero más de la mitad de la población los exigía. Desde luego no ha cuestionado la condecoración post elecciones al Presidente del CNE, pues tenía el mérito de seguramente merecerla.

Los posibles diferendos de Moreno y Correa en el fondo nos tiene sin cuidado, pues finalmente los afectos impiden una contienda seria; salvo para los quisquillosos a los que les encantan lque as peleas sirvan o no al país. Lo preocupante es que aún se disputan el poder a dentelladas, se olvidan de la mimada frase de Alfaro “Todo para el país, nada para mí”.

Moreno trata de apuntalar su gobierno, sus correligionarios le recuerdan que existe un “proyecto” que él aún no lo ha rechazado, entendemos que primero tiene que lidiar con una economía en crisis, déficit fiscal, desempleo, falta de inversiones, pobreza evidente de una parte de ecuatorianos, puesto que nuevos o malos discursos no alcanzarán el crecimiento y desarrollo del país.

Lo de fondo, lo trascendental, es que en la parte económica no habrá cambios, continuará el endeudamiento –igual que lo hubiera hecho Lasso, con mayor análisis desde luego-; se mantendrá el aparato burocrático; en lo internacional continuará la política del socialismo del siglo XXI, ciego a los que sucede en Latinoamérica en especial.

No se ven acciones para destapar íntegramente la corrupción, derogar la ley de comunicación, de plusvalía, de herencias, de disminuir los impuestos que impiden inversiones nacionales y extranjeras. Los pronósticos casi siempre no tienen crédito, pero una sincera actitud del gobernante se nota enseguida.

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