Volvió

Salvatore Foti

Como muchas otras, la historia del expresidente Abdalá Bucaram ha sido muy subestimada y, peor aún, marginada por muchos sectores de la sociedad. Con la destitución de Abdalá se instauró un ciclo de destituciones y golpes de estado a los cuales solo en los últimos años, con la Presidencia de Rafael Correa, se pudo poner fin.

Abdalá fue destituido por el Congreso por estar loco. O sea, los legisladores se volvieron sicólogos y pudieron diagnosticar su locura. A su vez sufrieron de amnesia y negaron la Presidencia a la entonces vicepresidenta Rosalía Arteaga, quien hubiese sido legal y justamente sucesora de Abdalá y, por cierto, la primera Presidenta de Ecuador.

El golpe del Congreso preveía que uno de sus más ilustres miembros asumiera la presidencia temporal, cerrando el círculo de lo que hoy deberíamos tener el valor de llamar con su nombre: “golpe de estado”, burdamente maquillado con la instauración de una Constituyente más que discutible y con un referéndum que quiso legalizar el nombramiento de Fabián Alarcón.

Muchos afirman, y nadie puede negar, que hubo indicios de que Abdalá robó. ¿Por qué no se lo destituyó por esto y no por estar ‘loco’? Si a esto sumamos que el presidente interino designado después también tuvo aprietos con la justicia y que tampoco presidentes como Mahuad o Lucio Gutiérrez salieron mejor parados, podríamos empezar a entender mejor los acontecimientos políticos que ha sufrido el país.

Abdalá había hablado de la existencia de demasiados bancos en el país y hoy podríamos decir que tuvo razón y que tal vez estos mismos bancos auspiciaron su salida. Bancos que luego contaron con un presidente cuerdo que los amparó demasiado hundiendo a la ciudadanía en el caos y la desesperación. Lo que hoy recordamos como ‘feriado bancario’.

No fue el mejor presidente, pero tampoco el peor. Debió destituírsele siguiendo un camino legal que juzgue los actos de corrupción de su gobierno, algo que hoy clamamos con fuerza respecto al régimen pasado pero que en aquel entonces a nadie le importó. Lo más importante era destituir al ‘Loco’, tal como había ganado: ¡de un solo toque!

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