Museo del fracaso

Franklin Barriga López

En Helsingborg, Suecia, abrió sus puertas al público un centro de exposiciones que, por su nombre, particularidades y motivación, ha generado interés mundial.

Se trata del Museo del Fracaso que, para condimentar la iniciativa, en el acto de inauguración falló la caja registradora, por lo cual no se pudo imprimir los tickets para el ingreso al lugar.

El sicólogo Samuel West es el autor de este proyecto germinado bajo el lema “el aprendizaje es el único camino para convertir el fracaso en éxito”, habida cuenta que “la sociedad glorifica el éxito y demoniza el fracaso, cuando de hecho tenemos mucho más que aprender del fracaso que del éxito”, según sus propias palabras. Obviamente que ello es posible cuando se rectifica las equivocaciones.

Al respecto, emerge la enseñanza que conlleva la expresión latina “errare humanum est” (errar es humano), complementada con aquello de “sed perseverare diabolicum” (perseverar en el error es diabólico), de allí que se considera sabio reconocer los errores para no repetirlos.

Culpar a otros de los errores cometidos es repugnante, manifestó Baltasar Gracián, en el apogeo del Siglo de Oro español. Un dicho anónimo, igualmente de lejana data, asevera que “de hombres es errar y de bestias porfiar”.

De realizarse en nuestro país un museo como el anotado, faltaría espacio para albergar el recuento de las necedades y fallas sin corregir efectuadas por políticos y politiqueros, especialmente cuando llegan al poder y se marean, revistiéndose de soberbia y prepotencia, cuando no de embustes y otras acciones alejadas de transparencia.

Para enmendar errores se necesita altas dosis de humildad, sensatez, sabiduría, plantas raras que difícilmente crecen por estos predios, para convertir el fracaso en triunfo.