Eje de sombras

Franklin Barriga López

Hace algunos años, en Quito y Guayaquil, respecto a las mayores amenazas para el país se efectuó una encuesta que estuvo a cargo de un reconocido centro especializado en este tipo de trabajos.

En los resultados ocupó primer lugar la corrupción administrativa, difícil de comprobar pero que de ninguna manera es desconocida para nadie. Inclusive hay sujetos que con arrogancia increíble ostentan bienes mal habidos, sin reparar que, en un medio pequeño como el nuestro, todo se sabe. En estos casos concretos, quedaron evidencias que antes de ejercer tal o cual cargo los ingresos de esas personas fueron modestos y, como es lógico, su condición económica. La vara mágica para acrecentar en poco tiempo su patrimonio les dio la política y sus malas artes.

Frente a lo indicado, la gente se pregunta con ironía: ¿De dónde tanta prosperidad en tan poco tiempo? La respuesta se encuentra en lo que enseña la sabiduría china que, al reconocer la realidad circundante, expresa “quien roba una moneda se ve condenado y quien roba al Estado es coronado”. Una corriente de cinismo, que ampara la viveza criolla, califica de ingenuo o tonto a quien actúa correctamente. Es necesario reconocer, en el otro lado de la medalla, que también hay funcionarios honestos, mal pagados, inclusive perseguidos y enjuiciados cuando denuncian irregularidades.

Lo anotado no es secreto para nadie, cobra máxima actualidad con lo que informan a diario los medios de comunicación colectiva; por eso, la opinión pública exige la mayor transparencia en las investigaciones, para que se sancione a los culpables, antes de que viajen a sus retiros dorados en el exterior y a fin de que no impere la impunidad que constituye funesto precedente para las sociedades de hoy y de mañana. La corrupción es colosal eje de sombras.

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