El mural a Bolívar

POR: Germánico Solis

Las versiones de cómo se convino la ejecución de un mural en homenaje a la Batalla de Ibarra y al Libertador Simón Bolívar inquietan a los ibarreños. La obra se ha pintado en un dique al inicio de la calle Colón, al oriente de la ciudad, y que se prolonga por un graderío hasta el camino que lleva a la Piedra Chapetona, símbolo de la batalla en la que Bolívar incursiona y capitula la independencia al derrotar al realista pastuso Agualongo.

La falta de información de si cumplió o no con la norma contractual es la molestia. No se sabe si es una obra del Municipio o filantropía de un edil que en arrebato cívico materializó sus credos libertarios. El GAD-I y el Alcalde aclararán los detalles de esa labor y si existen egresos municipales.

Pero, más allá de las legalidades preocupa la calidad artística de la pintura. En el análisis no se estima la grandeza de Bolívar o el ideario bolivariano, y menos las figuraciones de la histórica gesta. El cuadro presenta un Bolívar acatarrado, y cerca a él la cabeza de un caballo alejado de las galas que engrandecen a este legendario animal.

El nombre del Libertador motiva interminables visiones. Con el recurso de la plástica y el ingenio del arte debió crearse una composición que supere la épica y la hazaña. En el discutido “mural” hay ligereza en el tratamiento del tema. No se preparó el muro o soporte. Se pintó sobre las piedras sin el debido proceso. Los trazos muestran un hisopo apurado, sin estilo, sin marca. Es un supuesto mediocre sin estética. El boceto es menos valioso que uno realizado por la afición escolar de los primeros años.

Los personajes históricos deben ser respetados por la autoridad y por quienes reciben los encargos de perennizarlos. Para evitar apresuramientos, debieron concursar propuestas de artistas representativos. Así, el logro hubiese sido relevante y alejado del banal folclorismo.

El costo del mal dado “mural” pudo invertirse en el barrio Mons. Leonidas Proaño, escenario de la batalla y que ahora por desatención administrativa es un arrabal. El tema quedará en el olvido, y el “mural” en homenaje al 17 de Julio de 1823 se diluirá con los soles y aguaceros.