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Lenín Moreno desde los inicios de su ejercicio presidencial dio positivas señales que claramente le están diferenciando del antecesor y que, por lo acertadas, elevaron su popularidad.

Se debe destacar ese espíritu conciliador que propicia diálogos con los diversos sectores. Un mandatario lo es de todo el país y no únicamente de quienes votaron por él o, lo que es peor, de un grupo político sectario. En esta corriente están acudiendo a su invitación representantes de diferentes tendencias, lo que demuestra recomendable pluralismo.

Causaron escozor en varios fanáticos las declaraciones de Moreno que afirmaron que hoy se respira libertad y que, poco a poco, la gente irá abandonando su comportamiento ovejuno, lo que nada gustó a quienes se acostumbraron a la filosofía y prácticas del redil. Tan solo estas aseveraciones denotaron plausible espíritu democrático que siempre debe mantenerse en lo alto.

Moreno informó, asimismo, que no había la tal mesa puesta que aseveró Correa, además que la situación económica del país es sumamente difícil. Por razones comprensibles, este es un punto que genera preocupaciones vitales. UrgeA encontrar las salidas del laberinto, más allá de las referencias a su guardián que, en la mitología griega, era el terrible monstruo que tenía la mitad del cuerpo de hombre y la otra, la superior, de toro.

En el campo de la economía se esperan soluciones inteligentes y que atraigan capitales que fugaron o que no vinieron por falta de garantías. Amplios sectores han planteado que entre las medidas aconsejadas es necesario revisar leyes, como la de Plusvalía, aprobada, contra viento y marea, por el gobierno anterior, que desmotivó inversiones y golpeó especialmente y de manera dura al sector de la construcción, generador de numerosos puestos de trabajo.

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