La insolvencia de los revolucionarios

Carlos Freile

Vittorio Messori, periodista italiano, con libros cuyas tiradas llegan ya a millones en muchos idiomas, escribió hace algunos años un artículo en el que toca el tema de la revolución republicana en Roma; esta duró solo cinco meses en el año 1849. Pero al finalizar el Estado Pontificio se hallaba en quiebra: se duplicó la deuda pública, la inflación alcanzó la cifra del 50%, desparecieron las monedas de oro y plata…. Comenta el mencionado autor: “Las revoluciones, como es bien sabido, cuestan; pero los revolucionarios no se preocupan de asuntos tan mediocres y prosaicos como los balances en orden. La demagogia impone el conceder todo a todos, dejando las deudas a quien vendrá después”.

Esta misma historia sucedió con la Revolución Francesa, llevó a la nación a la mayor crisis económica de toda su existencia; para solventar los gastos los revolucionarios expropiaron los bienes de la Iglesia, pero los vendieron a precios irrisorios a sus amiguetes y cómplices. Los precios se dispararon, la carestía alcanzó niveles nunca vistos en la execrada monarquía. De paso, esta penuria fiscal llevó a Napoleón a crear un nuevo concepto sobre la financiación de las operaciones militares: “La guerra vive de la guerra”. De allí la expansión de los frentes bélicos y el saqueo sistemático de las regiones conquistadas.

Sin que nuestra revolución ciudadana haya alcanzado los niveles míticos de la Francesa, pues más bien se quedó en una vergonzosa sumisión al líder de egolatría desmesurada y en una arrebatiña indecente del dinero público por parte de sus sostenedores. No solo contaron con los ingresos mayores de nuestra historia sino que se endeudaron también como nunca. Claro que hicieron obras, pero las cuentas las debemos pagar nosotros, los ciudadanos pagadores de impuesos, como ya adelantó sibilinamente el Primer Mandatario. Los revoucionarios malgastaron, mal administraron, no cuidaron ni los muebles y nosotros pagaremos, sobre todo los de la clase media, víctimas indefensas e inocentes de toda revolución. No hay derecho.