Otros héroes

POR: Germánico Solis

Cuando hablamos de héroes, casi siempre vienen los ideales épicos, enlazamos el término con seres que tienen aforos sobrehumanos, con éxitos extraordinarios y que han sido estimados como estándares en las civilizaciones.

Los héroes son forjas alcanzadas en las guerras, en el deporte y en situaciones de extremo riesgo, la musculatura y la inteligencia son y han sido ingredientes coyunturales a las realizaciones titánicas. Los campeones e invencibles personajes, son reconocidos en cualquier tiempo, así constatamos en la historia, su camino es sugerido a las generaciones. Los héroes han sido ceñidos con laureles y compensados con premios y pagos económicos en gratificación a los esfuerzos.

Mas, hay otros héroes de carne y hueso, esos que sin ser pre elaborados son actores permanentes en el quehacer cotidiano. Se los ve por doquier, agenciosos, triunfadores, sin embargo, nadie pone en su sien diademas, no son dignos de trofeos, medallas o pagos que alivien su vida y ensalcen el espíritu.

La lista de los héroes ignorados es larga, pero puedo señalar algunos: las lavanderas, las obreras, comerciantes, artesanos, esas mujeres y hombres que van de evento en evento ofreciendo ponche, espumilla, frutas confitadas, melcochas, algodón de azúcar y otras raciones que alegran el alma, y son alivio para sus precarios hogares.

Vi en mi niñez por las parcelas y vericuetos de Imbabura, caminar alegremente, con un cajón pintado de blanco y colgando de su hombro, a un gladiador que era el símbolo de otros igual a él. Él era un heladero, esos que guardaban en un cajoncito los sabores de la leche, la mora, el chocolate, taxo y al grito de helados inducía la compra y satisfacía los paladares de la gente popular.

El heladero vestía mandil blanco, su cabeza soportaba vientos, lluvias y soles con una gorra blanca, parecida a las usadas por los marinos, con la visera negra. El heladero era jovial, cuando tenía a su ruedo muchos niños contaba hazañas en las que él era protagonista y vencedor. A cualquiera de los niños obsequiaba un helado casero. Ahora, correspondo a él y a todos esos héroes estas estrofas, un canto a hombres de pasados tiempos.