El zaguán

Germánico Solis

La ibarreñidad está asentada en el carácter de la gente, pero también está en la arquitectura tradicional y republicana que tuvo nuestra ciudad. Entre los encantos que acicalaron la fama de Ciudad Blanca, fueron los zaguanes, antesala visual que aún mantienen contadas edificaciones.

El lobby era necesidad en el diseño de las casas proverbiales, tenía marcadas prácticas, empezando desde la puerta grande, que era de madera y tallada con figuras profusas e inspiración barroca, el zaguán tenía variedades diseños, así, el piso era decorado con piedras de rio, armonizadas geométricamente; estaba también el ladrillo, aerolitos embellecidos por los conocidos tallistas o picapedreros, y combinaciones entre materiales.

Algunos zaguanes tuvieron como elementos para embellecer y caracterizar el gusto de sus propietarios, huesos de animales que conjugados con el ladrillo o piedra mostraban curiosas ornamentaciones que definían belleza.

Los constructores no olvidaban limitar este espacio de la casa con una mampara de madera y vitrales que eran la entrada misma a la morada. La recepción que es preocupación de este escrito, tenía otros elementos como los sócalos, las piedras adosadas en las delanteras sobre las mamparas con escudos de la ascendencia de las familias y los infaltable cuadros religiosos de imágenes católicas.

La virgen La Dolorosa y el Corazón de Jesús, fueron las imágenes más usadas en la costumbre de los ibarreños, este particular atestigua que la gran mayoría de los habitantes profesaban la religión católica, en la actualidad están presentes otras congregaciones. Apegos esotéricos de los dueños de casa, ponían como elementos adicionales a las decoraciones de los zaguanes, la herradura usada por un semoviente o la recordada planta conocida como “siempre viva” o sábila.

Era vivo entusiasmo para los habitantes de la ciudad y para los visitantes, mirar los tradicionales zaguanes, ellos certificaban nuestra condición de ibarreñidad y la raigambre de la arquitectura republicana. El zaguán proyectaba a observar el colorido de los jardines, las pilastras y los corredores de una construcción que se fundía con el alma ibarreña.