Corrupción = cáncer

Rosalía Arteaga Serrano

Siempre hemos visto a la corrupción como el mayor de los cánceres para las democracias; nunca imaginamos la dimensión de lo que ocurriría en el Ecuador durante la pasada década, parece que por donde se aplasta sale pus, como de un cuerpo totalmente infectado y en estado lamentable.

Todas las recientes noticias a las que se refiere la prensa nacional nos dicen que quienes objetábamos la aprobación de la Constitución de 2008 estábamos en lo cierto, porque se trata de un marco legal absolutamente concentrador, que deja todos los poderes en manos del ejecutivo, que perfeccionó, a lo largo de la década de la denominada “revolución ciudadana” un régimen absolutamente totalitario, sin controles o con estos sumamente disminuidos, con normativas cocinadas en la Asamblea Nacional, que lo que hacían era apuntalar al régimen, garantizando la impunidad.

El manejo de los medios de comunicación social públicos, así como los controles impuestos a los privados, le dieron al gobernante el suficiente estado de propaganda oficial como para que todo lo que hiciera sonara a beneficio ciudadano, sin tomar en cuenta las opiniones discordantes o acallándolas a través de diferentes mecanismos en los que no se escatimó en la coerción.

Las libertades deben ser recuperadas, la capacidad de disentir es muy importante, pero también el transparentar los “negocios” del Estado y a sus “beneficiarios” para que no campee la impunidad.

Contra la corrupción, como contra el cáncer, hay que actuar rápido para evitar la metástasis, para que los jóvenes no pierdan la capacidad de asombro y de reacción, para que no perdamos la lucidez mental frente a lo que está ocurriendo y no exijamos las sanciones y los castigos para todos los responsables de los atracos contra los bienes públicos.

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