Manuela Espejo

Luis Fernando Revelo

Decía el Héroe nacional de Cuba, José Martí “Las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer”. La mujer, aunque en medio de una sociedad recoleta y discriminatoria siempre ha tenido su protagonismo.

Las tres manuelas ocupan un sitio prominente en el devenir histórico de nuestro país. Quién no recuerda a la gran Manuela Cañizares, la protagonista del Primer grito de la independencia allá por 1 809. Cómo no recordar a Manuela Sáenz, la libertadora del libertador y la casi olvidada Manuela Espejo, nacida en 1753. Esta última fue hermana del famoso Eugenio de Santacruz y Espejo, hombre de poderosa inteligencia y vasta ilustración nutrida en la savia libertaria.

La vida de Manuela Espejo transcurre entre libros, la medicina (llegó a ser enfermera), el periodismo, los ideales libertarios en un Quito que va fraguando la independencia política. Serias investigaciones dan fe de que Manuela Espejo escribía en Primicias de la Cultura de Quito bajo el seudónimo de Erophilia, que significa “amiga del amor”. Desposada a los 44 años con el Dr José Mejía Lequerica de 21 años, uno de los grandes oradores en las Cortes de Cádiz. Sin lugar a dudas, fue aquella mujer que vio morir la colonia y nacer la República. Su fecundo tránsito vital se apagó cuando frisaba los 76 años.

Laudable la iniciativa que tuvo el Presidente Lenín Moreno, desde el 26 de junio del 2017, para que la imagen de Manuela Espejo sustituya al cuadro del Presidente de la República que solía colocarse en instituciones y despachos de la función pública. Se entiende que la idea es recuperar referentes emblemáticos que dejaron huella, sacarles del injusto anonimato y mantener latente su memoria. Solo el olvido es la muerte para los grandes personajes.