Infarto sin olvido

Cualquier mortal con un mínimo de sensibilidad y amor propio estaría al borde de un infarto al miocardio si cayeran sobre él denuncias como las de Odebrecht, no solo por la afectación personal que eso implica, sino por el radio de repercusión hacia la familia, amigos y sus diversos círculos por más pequeños que estos sean. Pero en este mundo de arribismo y de proliferación de otros valores, las acusaciones de corrupción pueden convertirse en medallas de oro, plata y bronce para quienes miran el ascenso socioeconómico rápido como un mérito frente a la mayoría de pendejos que viven de su trabajo y se sacan la madre, literalmente, para tener algo en la vida.

Bajo esta impresión, parecería que algunos mal llamados políticos, porque no saben nada del arte de gobernar ni de servir, asumen ciertas prácticas de los boxeadores. Se untan gruesas capas de vaselina sobre el cuerpo para que todas las acusaciones de corrupción les resbale sin el menor impacto y sin dejar rastro. Por eso, no se inmutan en lo más mínimo e, incluso, la acumulación de juicios en su contra llega a convertirse en una especie de récord “policial” con “honores” ante sus seguidores, defensores y secuaces. Es un “mundo al revés”, porque los pocos malos gobiernan a los muchos honestos.

La democracia, bajo estos antecedentes, está en riesgo, porque la corrupción, la impunidad, la apatía y el arribismo se llevan todo por encima como el huracán Irma. No hay nada que se escape ni que le detenga, sus devastadoras secuencias son incalculables, pese que al final siempre el segmento de la población más pobre termina pagando los platos rotos por los actos delincuenciales de los malos funcionarios. Y aunque los corruptos gocen de impunidad, no gozan del olvido, porque en adelante no podrán caminar por las calles sin ser señalados, así como sus familiares, aunque los últimos no tengan ninguna culpa.

América Latina está al borde del colapso por la corrupción. Ningún país se salva. Es el mal mayor de todos los tiempos. Si no hay un giro, seremos países en estado de extinción o democracias completamente fallidas con pocas posibilidades de sobrevivir ante las exigencias y demandas del futuro.

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