Islas Galápagos IV

Patricio Durán

Camilo José Cela -premio Nobel de Literatura- solía decir que “la más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir”. Esto, más o menos, es lo que he intentado hacer en mi poemario “Poesía Insular”, y que quiero concluir en esta serie de artículos sobre las Islas Galápagos, con la continuación del poema “Epopeya insular”.

“Los hombres llegaban y llegaban navegando/ en un mar lleno de nereidas, ninfas, náyades y ondinas/ a estas islas nacidas del fuego y encumbradas/ en la cresta yerma de sus volcanes. / Llegaban también presidiarios y prostitutas/ sátrapas y empresarios/ el diablo en el paraíso/ potencias extranjeras miraban con lujuria a las vírgenes vestales por su valor estratégico.

Llegaba la Baronesa, Emperatriz de Galápagos/ con sus tres desafortunados amantes/ llegaba el filósofo, el dentista y el vegetariano/ muerto por el mefítico sabor de un pollo asesino.

Y siguen llegando a Galápagos/ al último asilo de los locos, al fin del mundo/ llegan emigrantes/ llegan científicos y excéntricos/ llegan ermitaños y ascetas/ llegan los frívolos y los viciosos.

Y llegó “Jessica”, herida de muerte por el arrecife/ su sangre negra y fétida estrechaba en un abrazo homicida a todo ser alado, marino o terrestre que recibía el cruento líquido.

¡Islas Galápagos desfloradas por la codicia/ cómo pudierais permanecer siempre castas/ y libres de la ambición humana para alegría y refugio de los seres indefensos que cuidas!”.

Empecé esta serie de artículos indicando que Galápagos es un paraíso, pero como todo paraíso tiene su serpiente, esta serpiente resultó ser la flota pesquera china. Y ahora llegaron los chinos, los más grandes depredadores del planeta, quienes en contubernio con autoridades, han decidido hollar lo prístino.