Construir acceso a El Panecillo

EDGAR QUIÑONES SEVILLA

El irrespeto a la naturaleza de parte de los países industrializados está provocando una serie de tragedias en todo el planeta, por lo cual es hora de exigir un comportamiento más humano a los conductores de los estados dueños de la mayor riqueza del orbe, no solo por su trabajo y bienes naturales, sino por la soberbia de quienes se consideran amos del universo. Los daños soportados últimamente en el Caribe hablan claramente del peligro que nos amenaza a todos los habitantes del globo terráqueo.

Hace pocos años el Ecuador fue advertido de que sus costas podían ser alcanzadas por algún tsunami provocado cerca o procedente del otro lado del océano y las autoridades competentes señalaron la manera de proceder de la población cuando de afrontar el peligro se tratase. Entre los sitios señalados para la posible evacuación de los vecinos de Las Palmas, en la ciudad de Esmeraldas, se señaló el de la avenida Luis Tello y calle Nelson Estupiñán Bass, para acceder a la parte alta, en el cerro El Panecillo. En ese lugar alguien mal informado pretendió ampliar el terreno de una casa que acababa de comprar, restándole espacio a la vía pública, justo por donde debía levantarse el acceso a la cima de la zona aludida.

El alcalde Lenin Lara personalmente tuvo que intervenir para disponer la paralización de los trabajos, lo cual se cumplió, pero la arbitraria excavación aún permanece sin tocar y en caso de ocurrir al momento el fenómeno que aludimos nadie podrá acceder a la cúpula del cerro por este inconveniente. Se hace impostergable, entonces, que la escalinata de acceso a la parte alta de la zona se empiece a construir ya, a fin de que la ciudadanía pueda alcanzar la cumbre de Las Palmas y poner a buen recaudo su humanidad, en caso ocurrir un fenómeno como los que este rato han causado destrozos en el Caribe, con la pérdida de numerosas vidas humanas.

Países como Cuba, Antigua y Barbuda, República Dominicana, Haití y Estados Unidos, entre otros, han sido víctimas de los ciclones que en días recientes tocaron su territorio, dejando a su paso muerte, desolación y daños materiales cuantiosos, que la solidaridad internacional, que ya se ha hecho presente, no podrá recompensar por muy generosa que sea la donación que cada país haga. “Prevenir antes que remediar” es lo que nuestros antepasados nos recomendaban, como comportamiento racional ante las dificultades de la vida. Escucharlos y seguir sus consejos es lo que debe hacerse ahora, lo contrario sería una necedad imperdonable.