P. Jorge Ugalde

Luis Fernando Revelo

Alguien decía: “La vida nos la ha dado Dios gratuitamente. Con Dios se colabora, no ahorrando la vida, sino gastándola”. Haciendo honor a esta máxima el P. Jorge Ugalde, cuyo nombre evoco en este artículo como tributo póstumo, acaba de cruzar el umbral de esta vida perecedera. Su fallecimiento en la ciudad de Guayaquil ha suscitado en quienes lo conocimos, un hondo pesar y ha cubierto de crespones a la benemérita Comunidad salesiana.

Allá por 1 941, siguiendo la máxima evangélica de “dejarlo todo”, Jorge Ugalde Paladines se aleja de su natal Manabí para trasladarse a Quito y posteriormente a Cuenca para optar por el sacerdocio inspirado en la vida y en la obra de San Juan Bosco. Quería pregonar como él las excelencias del Buen Dios. Quería alcanzar a Cristo a través de la formación de los jóvenes, siguiendo como norma el sistema preventivo de Don Bosco. Le urgía educar a la juventud en base a la razón, a la religión y al amor.

Fue ordenado sacerdote un 1º de julio de 1 956 en la ciudad de Turín, (Italia), la cuna del egregio Salesiano San Juan Bosco. Supo permanecer fiel a su vocación. Toda su vida de sacerdote estuvo consagrada a formar a la bizarra juventud estudiosa.

Con su vida austera, con su aire patriarcal, con sus virtudes tan suyas, con su carisma de asceta de sentir místico profundo, con ese anhelo ardiente de consumir su vida en el apostolado educativo, ocupó el rectorado de varias instituciones salesianas, entre ellas la del Colegio Sánchez y Cifuentes. Llegó a la Presidencia de la CONFEDEC, con sobrados merecimientos para iniciar una época de oro y cristalizar sus anhelos de transformación que tenían sabor a quijotismo.

Mi homenaje de respeto al P. Jorge que ha bajado a la tumba cargado de merecimientos y rodeado de la admiración de los suyos.