Rosita Reascos

POR: Luis Fernando Revelo

¡Ha muerto nuestra querida Rosita! La noticia se propagó rápidamente en los círculos amicales. Su valiosa existencia había cruzado los umbrales de este mundo para sumergirse en el ignoto piélago de lo infinito.

¡Ha muerto nuestra querida Rosita! Su espíritu luminoso dejando la frágil arcilla que supo gobernarla con altivez, se elevó, como alondra mañanera en los azulinos celajes de la altura. Las instituciones a las que sirvió, cubren llorando con severo manto de crespón, el sillón que ocupaba como vigía insomne de la cultura.

Y es que Rosita Reascos supo ser útil donde el dedo de Dios le iba señalando. Supo trabajar a tiempo y a destiempo. Fue una mujer en el más elevado sentido del concepto señero, poseedora de los más nobles atributos que puede exornar la vida humana. Su paso por la Biblioteca Municipal, el Cecim Filial de Imbabura, el Archivo del Ilustre Municipio de Ibarra, el Centro Femenino de Cultura Ibarra, la Fundación Cultural Pedro Moncayo, la Asociación de Empleados Municipales, los Planes de Vivienda, la Sociedad Bolivariana, testimonian su trabajo fecundo y luminoso circuido de querencia terrígena.

El Archivo Histórico Municipal, como siempre solía recordarnos, fue concebido en la mente visionaria del Dr. Luis Andrade Galindo cuando fue Alcalde. Allí ubicó en sitio prominente el acta fundacional de la Villa de San Miguel de Ibarra y todo un cofre magnificente de reliquias legadas por ilustres ibarreños.

Encomiable su afán de perpetuar la memoria de muchas mujeres que hicieron historia. Su atinada gestión permitió que sus figuras broncíneas aparezcan a lo largo de la av. Cristóbal de Troya.

En el Campo Santo de Monteolivo, nuestras manos ungidas de gratitud le ofrendan las siemprevivas del recuerdo agradecido.