El dilema catalán

POR: Ugo Stornaiolo

Europa ya vivió el peligro de los nacionalismos, que llevaron a guerras secesionistas en algunos países, a raíz del colapso de la URSS, cuando se desmembró el imperio, en Yugoslavia, Checoslovaquia y otras separaciones, que costaron muchas vidas.

Catalunya es otro capítulo de esas intenciones. El destituido presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quería una Catalunya independiente, pero su futuro es el exilio en Bélgica. El resultado de su gesta de opereta no culminó con la independencia catalana, sino con la interdicción del parlamento y el gobierno.

Los analistas señalan que fue un fracaso. La actitud temerosa y ambigua de Puigdemont restó méritos a una declaración de independencia con nula trascendencia y efectos, pues a todas luces fue un acto inconstitucional, como demostraron las manifestaciones en favor de la unidad.

Es una historia llena de ironías. La crisis catalana convirtió al opaco presidente Rajoy y a su administración en héroes de la jornada, logrando adhesiones de agrupaciones que van de la derecha a la izquierda. Rajoy simboliza hoy la unidad española, la soberanía y la legalidad.

No es un cheque en blanco para el gobernante, pues España requiere otro proyecto, que tome en cuenta la diversidad y las diferencias. Difícil creer que pueda existir soberanía sin España y sin Europa.

Catalunya tiene rasgos identitarios y culturales, no diferentes de los del resto de autonomías españolas, pero usadas por esta extraña coalición de facciones radicales de la derecha e izquierda catalana, intentando aprovechar la eclosión de la protesta social, que Puigdemont no aprovechó, como sí hizo el oscuro Rajoy.

El mal ejemplo llegó a Italia, con el voto en las regiones véneta y lombarda, que quieren más que autonomías limitadas, por el éxito de las propuestas de partidos de derecha, como la Liga y Forza Italia (de Berlusconi), que aprovecharán las razones catalanas para lograr beneficios. Con razón decía el presidente francés, Emmanuel Macron, que “la combinación de nacionalismo, populismo y posverdad es la mayor amenaza que enfrenta la democracia”.

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