Vender gente

Daniel Márquez Soares

Para financiar sus lujos, tanto un individuo como una sociedad necesitan tener algo que ofrecer a cambio. Si no, apela al crédito y luego, cuando no hay cómo pagar, vende al ser humano. Cuando existía la esclavitud, si una sociedad se volvía adicta a bienes importados que no podía costearse, se volcaba a la cacería de personas. Desde los vikingos hasta los reyes del centro de África financiaron sus consumos suntuarios capturando y vendiendo gente. Como siempre el mundo ha demandado gente bella, valiente o inteligente, vender a gobernados y vencidos como concubinas, sirvientes o guerreros a sociedades más prósperas permitía cuadrar las cuentas.

Cambiar gente por divisas o bienes para sacar a flote una economía quebrada, lo que antes se llamaba esclavitud, se conoce hoy como remesas. Es la última opción que le queda a un pueblo que no quiere dejar de comprar, pero no tiene nada que vender. Los que no la conocen de cerca afirman que la migración económica, a diferencia de la esclavitud, es voluntaria. Sería más justo decir que es consentida o acatada, porque denominarla ‘voluntaria’ da la impresión de que era una de muchas opciones y que, en cierta medida, le reporta placer a quien la lleva a cabo; dos acotaciones falsas.

A veces juzgamos a la emigración como un ritual de progreso personal. Celebramos que un compatriota encuentra un nuevo hogar afuera, llevando a cabo tareas complejas que no hubiera podido llevar a cabo aquí. Trabajar en una sociedad no implica ser parte de ella; los esclavos calificados, sobre todo los administrativos, eran los más apreciados en la antigüedad. Quizás nuestros emigrantes no son futuros ciudadanos del mundo, sino meros esclavos temporales alquilados cuyo trabajo es sostener el sistema deficitario del país que los acoge y que serán regurgitados de vuelta en unos años cuando, ancianos y cansados, no tengan nada que aportar.

En el mundo ahora, en que la verdadera libertad no se obtiene a través de decretos, sino de patrimonio, los ganadores en este modelo son los dueños del capital, de la ley y de la fuerza en esta gran estafa llamada Ecuador.

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