El toro de la oración

Germánico Solis

Nuestros pueblos andinos son de lo lindo asombrosos y sorprendentes. Muchas manifestaciones y costumbres son folclor, y no pocas prácticas coloridos manifiestos de una rica enjundia acreditada y conocida desde la visión de la literatura como mágico y maravilloso. La riqueza de las expresiones se nutre en la oralidad, de tal suerte que las tradiciones y festejos son el alma y sangre de la gente.

El argumento que recrea ésta memoria se llama: “El toro de la oración”. El tema recoge la significación que tiene el postrero toro que sale al ruedo en las lidias de pueblo, otrora sonada alegría y distracción del pueblo y más actores de arraigo popular.

Los motivos para armar los improvisados tablados, son celebraciones a Vírgenes, Santas o Santos patrones de los villorrios. Este detalle autentica que la práctica es religiosa y profana. La corrida de toros viene con los españoles al colonizar América. Los impulsos son la fe, la algarabía de la vecindad, las cosechas y cortejos de cada suelo.

El graderío es armado por voluntarios, tiene bases y tablas de eucalipto, clavos, alambres y sogas. En la parte baja se ubican expendedores de diversos platos: papas, tortillas, carne colorada y caucara, gaseosas, chicha y aguardiente. Los pobladores saben cuales son los días de las tientas. El coliseo se engalana con cintas, flores y ornamentaciones que avivaban el festejo. Las gradas principales son ocupadas por priostes, autoridades y reinas.

Abierta la compuerta del corral, el atolondrado torillo busca capotes y ponchos ondeados por arriesgados paisanos. La banda de músicos alienta la faena, y en medio de la polvareda son revolcados galanes y aventurados chispos, los percances hacen que se renueven las andanzas y los murmullos de los asistentes.

Las familias típicas donan las apetecidas “colchas”, decorados tapices que son colocados en los lomos de las reses en recuerdo al evento. Cuando cae el ocaso y las campanas de la capilla llaman a la oración, sale el último toro investido de sangre criolla para poner punto final a la fiesta. Quedan en el comentario los sabores, los salerosos que desataron las “colchas” y los audaces lances de un ebrio enamorado.