La delincuencia

JORGE ZAMBRANO ANDRADE

La delincuencia en el país está fuera de todo control. Las autoridades policiacas no han podido articular ni siquiera una estrategia para detener la oleada de ejecuciones y actos brutales que están ocurriendo en el país de forma cotidiana.

Estos hechos ensombrecen la vida de todos. Las noticias dan a conocer nuevos crímenes, realizados con el claro fin de intimidar a toda la sociedad, nos producen indignación.

La situación ha rebasado todo límite y se sostiene el argumento oficial de que el incremento de la violencia se debe al reacomodo de las bandas criminales ante la supuesta inefectividad de las acciones de las autoridades en contra del crimen organizado.

Combatir delincuencia con más delincuencia, es una equivocación indigna, mirar lo que pasa en Suecia, Dinamarca, Noruega, sería mejor medida, con una delegación que pernoctara algunos días en esos países y encontrar soluciones.

No es creíble que no existan los instrumentos, el equipo y el personal para combatir el fenómeno de las ejecuciones, en todo caso no se pide movilizaciones aparatosas que, ya se ha visto, no hacen más que empeorar la situación; se pide movilizaciones eficientes.

Lo que sucede en nuestro país es tan grave que se ha descuidado la violencia, que ya preocupa a los inversionistas extranjeros, los cuales consideran que el problema les acarrea altos costos y les impide, incluso, poder residir en el país.

Pero el costo mayor de esa inestabilidad es que se ahonde aun más, los llamados de los medios de información y de los analistas desde el mundo académico, que parecen clamar en el desierto, se desgastan ante la cotidianidad del fenómeno y se estrellan ante un muro de indiferencia y de gran irresponsabilidad.

Urge que las autoridades hagan a un lado la inercia y la autocomplacencia y acaben ya con este espectáculo trágico y vergonzoso para quienes aquí vivimos. Los recursos del Estado deben estar puestos a disposición del cumplimiento de las necesidades de la sociedad: el de la seguridad es una de ellos. La violencia nos denigra ante los ojos del exterior. Pero sobre todo nos denigra frente a nosotros mismos.

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