La política pervierte a cualquiera

Por: Alejandro A. Tagliavini

El papa Francisco dijo en Birmania, durante una misa en Rangún a la que asistieron unas 150.000 personas, sin citar por su nombre a la atribulada comunidad Rohingya, la minoría islámica, que “sé que muchos tienen que soportar las heridas de la violencia… La venganza no es el camino de Jesús”, y pidió “que acabe el conflicto en los estados Kachin, Shan y Rakhine”.

Myanmar es budista, con una minoría musulmana de un millón de Rohingya. Desde agosto, como respuesta a los ataques de un grupo terrorista auto denominado “Ejército de Salvación Rohingya”, los militares iniciaron una campaña que incluyó violaciones, torturas y quema de aldeas. Más de 600.000 huyeron a Bangladés. Francisco “es bueno y amigable, no como los budistas”, aseguró un peregrino que participó de esta misa que se caracterizó por ser más “espiritual”, sin un solo grito de euforia, marcando una diferencia del catolicismo en muchos países de Asia, el segundo continente donde más crece luego de África.

El Papa se reunió con la cúpula budista, la Shanga, que en contra de la fama de pacifistas que tienen, algunos apoyan al ideario más extremista y la represión del ejército contra la minoría musulmana. Después se trasladó a la vecina Bangladés donde se reunió con una pequeña delegación de Rohingya.

Antes habló de las minorías reprimidas ante la consejera de Estado y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, quien pasó quince años de arresto domiciliario bajo la dictadura militar de Birmania, ahora Myanmar. El arresto terminó en 2010 y en 2011 comenzó un proceso de apertura en el país y en 2015 ganó las elecciones. Ella no preside, pero tiene el poder.

Según distintas ONGs, se trata de una “limpieza étnica”. Suu Kyi se defendió y clamó a los cielos que nadie mejor que ella sabe “lo que significa la privación de los derechos humanos” y, sin mencionar a los Rohingya, los llamó “terroristas”. ¿Hay que quitarle el Nobel de la Paz?, pregunta que ha sonado en casos como los de Kissinger, Obama o Arafat. No importa que miles de personas hayan enviado una petición al comité noruego, los estatutos no permiten dar marcha atrás.

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California