Sin banda no hay fiesta

POR: Germánico Solis

La banda de pueblo huele a pólvora, olfatea a chaquiñán, se viste con los colores de los ponchos embellecidos en la ruralidad y sabe a chicha y tumulto. La banda de pueblo tiene una panza tan abultada que puede guardar todos los granos serranos y el cacareo de la gallina saratana. La banda es alegría sin fin y, mirándola de cerca, es redonda, porque es la cara misma de la luna.

Infaltable en los festejos populares, la banda de pueblo es un grupo de músicos comprometidos, en hacer de cada fiesta un evento inolvidable. Y aunque no son académicos, la práctica les da el título que más apasiona a los artistas: el cariño y el corazón del pueblo. Saben de memoria las canciones habidas y por haber, y pueden permanecer en los escenarios largos días sin que manifiesten vestigios de cansancio.

La banda de pueblo está arraigada en los quehaceres habituales de las comunidades. Los músicos están presentes en eventos públicos y costumbristas, así, saludos a autoridades, inauguraciones de obras, aperturas de caminos, a diferencia de los tributos a vírgenes y santos, celebraciones en anejos y parroquias, reinados barriales, misas, toros populares, colocaciones de tejas, mingas, festejos de las cosechas y animación a las fiestas personales.

La estampa de la banda de pueblo está llena de formas y colores, asoma desde cualquier camino trayendo deleite y alegría, se abre camino entre sartas, camaretas y voladores, para posicionarse de plazas y estancias. En escena, sobresale la circular tuba que le saca cachetes y ojos al ejecutante, mientras el larguirucho toca el bombo, el gordo deshace los platillos.

Vestidos con veteranos ternos y sombreros color del tiempo, con camisas cuyos cuellos saludan a las alturas, la banda alienta el brío de la gente. Sus actuaciones son reales conciertos, son familiares las entonaciones del “Toro barroso”, albazos y sanjuanitos. Agradan las actuaciones del músico de largos bigotes que sopla el clarinete hasta no poder, y la del niño del redoblante, que usando un desproporcionado gorro militar, ríe y asienta un añadido especial.

Sin banda, no hay baile ni fiesta.