Gratuidad disimulada

Por. Fabián Cueva Jiménez

Samuel Gento, maestro en tres niveles, autor de muchos libros y soporte académico permanente, al analizar la situación crítica por la que atraviesa la educación extrae algo positivo: “El logro más importante de la educación es la gratuita”.

En Ecuador hay que verificarla. La educación y su gratuidad son consideradas como derechos, respaldadas por la Constitución y la LOEI, artículos 28 y 5, respectivamente. Aquí han sido transformadas en elementos propagandísticos de carácter político.

En 2013, mediante oficio circular, se prohibió “solicitar a los padres de familia cualquier tipo de contribución económica o la entrega de contribución en especies”. Una decisión aplaudida, complementada con la entrega de libros de texto y alimentos y uniformes para algunos sectores.

Ahora la gratuidad aparece rota con reformas a los acuerdos ministeriales de pedidos a los padres de familia como aportes “libres, voluntarios y no condicionados” y supuestamente de iniciativa propia.

Se ha procedido a legalizar prácticas que soterradamente se las ha realizado, dando lugar a nuevas fuentes de corrupción, socapadas por autoridades y directivos, sin informes finales de los gastos realizados. Necesario es que aclaren. La educación ecuatoriana, alrededor la gratuidad es: mínima (costos de matrícula y académicos), intermedia (costos de uniformes, libros, alimentación y transporte) o máxima (cubre todos los gastos).

¿Estamos en lo que los mismos políticos sectarios pregonan como una regresión de derechos? Nada ha cambiado, los aportes de todos, incluyendo al gran número de desempleados, continua vía impuestos en apoyo a la educación fiscal. En lugar de duplicar los ‘aportes’ es hora de recuperar tantos miles de millones de dólares que nos han robado.

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