Assange, el nuevo ecuatoriano

MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Sin lugar a duda el tema de moda en lo que va del año no tiene nada que ver con la consulta popular o el hecho de que los reyes magos no nos trajeron ni agua a los esmeraldeños, ni recolectores de basura a los quiteños. El tema que suena y resuena es la naturalización como ecuatoriano de Julian Assange, conocido asilado de la Embajada ecuatoriana en Londres desde hace un par de años, por asuntos con la justicia de Suecia.

Aunque muchos de nosotros no tengamos claro el motivo por el cual el gobierno de Correa tomara tal decisión, se llegó a especular con noticias que en su momento sonaron bastante descabelladas, pero dado este nuevo incidente no parecen sacadas de la ficción.

Y es que no solo le bastó a la Cancillería darle la naturalización al señor Assange, el hecho aún más insólito es el que se le haya pretendido dar estatus diplomático para que pudiese evadir los controles migratorios ingleses y de esta manera abandonase ese país.

Hay un hecho interesante que debería tratarse con pinzas. Nuestra Embajada protege y da asilo a una persona acusada de abuso sexual, aún se desconoce si es culpable o inocente, porque no ha comparecido a su juicio. No es un preso político, no es un defensor de los derechos humanos, pero, aún así, se lo mantiene y alimenta, se le ha permitido dar declaraciones públicas bastante incómodas, recibe visitas e incluso puede meterse en asuntos internos y cómo no les bastaba eso decidieron darle ciudadanía ecuatoriana y nombrarlo diplomático.

Viéndolo así, en la psique de cualquier lunático se da por entendido que el Gobierno Nacional protege y favorece a violadores y a abusadores. (¡¿Será por ello por lo que hay tantos sueltos por aquí?!) Ante lo expuesto, me pregunto ¿qué tan importante es Assange para que la Cancillería se la juegue por él, le rinda tantas pleitesías y para que Moreno desvíe la mirada?

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