Asamblea y politiquería

CARLOS CONCHA JIJÓN

Creo que hoy tranquilamente podemos sentenciar, que la política está prisionera, cubierta por la oscuridad, en las profundidades de un abismo tétrico, abrazada por la niebla de una ética frustrada, rodando al ritmo del peloteo de mediocridad de quienes naufragan en el mar de inoperancia de una Asamblea aletargada sobre rieles de frustración.

La conciencia se estremece, cuando en una Asamblea, la palabra pierde su valor de una manera burda, al ser utilizada en la defensa de argumentos inconsistentes e inicuos, que hacen descender a la política por un tobogán de negligencia e ineptitud, llevándosela al campo de la degradación y haciéndole perder su categoría de excelencia, por haber sido utilizada, desde una posición de sometimiento, llena de bajeza, pavonada de irreverencia.

Es frustrante analizar el comportamiento de una Asamblea, cuando tras sus actuaciones permite ver con claridad las payasadas de un circo mediocre, cuando los parlamentarios hacen esfuerzos, para ocultar su inoperancia, con politiquería, ligada a un insumo de triquiñuelas, como armas de suprema argucia, en la defensa de lo indefendible y el cumplimiento fiel de un mandato, amparado en supuestas ideologías.

La Asamblea no debe, ni puede ser un escenario de broncas callejeras, como tampoco llegar a ser tribuna de quienes pretenden recibir los halagos por su elocuencia parlamentaria, que sin duda alguna deriva en egocentrismo, como resultante de una personalidad vanidosa.

Hemos sido espectadores de las actuaciones de muchos asambleístas, sobre todo de aquellos que pertenecen a las mayorías de turno, que obran como élites o manadas obedientes, para imponer, siendo fieles cumplidores de consignas politiqueras; son la fuerza poderosa, que en una asamblea se impone en la elaboración de leyes. En estas circunstancias, la democracia es grotesca y alevosamente embadurnada, con una mezcla de demagogia y politiquería.

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